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hablar y vivir

La verdad mutable o según se mire

Antonio Garrido

Domingo, 4 de octubre 2015, 13:00

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En cualquier lugar del mundo, en cualquier asamblea parlamentaria, los muros suelen ser gruesos porque, casi siempre, son edificios notables. En el interior, solemne por la nobleza de los elementos que conforman el espacio, por extraño encantamiento, la verdad adquiere unos rasgos mutables que abren muchas perspectivas en la realidad más sencilla y evidente.

Ya sé, ya sé, que si nos ponemos filosóficos hay muchas realidades y me viene a la memoria el verso de Campoamor: «En este mundo traidor / nada es verdad ni mentira / todo es según el color / del cristal con que se mira».

Es cierto que la certeza absoluta ni siquiera es deseable pero el convenio, el acuerdo en la ordenación del mundo por medio del lenguaje es lo que permite la vida social. Este principio no se cumple en muchas ocasiones porque hasta en la mentira hay grados. En el día a día los humanos nos engañamos y, para ello, recurrimos a argumentos cuanto menos peregrinos.

En la divertida película «Los generales», Fernando Fernán Gómez afirma con absoluta convicción que las lesiones que tienen en las manos son consecuencia de una caída de caballo. El director del centro en el que los generales reciben un curso, almirante de la Armada, le dice que eso es imposible porque no hay ningún caballo en la zona. Fernán Gómez responde que si lo dice un general basta para que sea cierto.

Se han celebrado las elecciones autonómicas de Cataluña. Esta es la denominación legal de la convocatoria pero hasta el título es negado. El universo independentista ha considerado que se trataba de un plebiscito. Lo cierto es que este sentido es el que ha contaminado todas las interpretaciones en todos los partidos; en especial, después de los resultados.

En la noche del recuento y como es habitual todos los partidos ganaron o si no ganaron perdieron poco; salvo el representante de Podemos que sí asumió su derrota. No es mala cosa decir la verdad, esa que es indudable cuando los datos son incuestionables.

El actual presidente del gobierno autonómico, término que me será discutido por algunos, apareció y afirmó: «¡Hemos ganado, hemos ganado en escaños y en votos!». Vamos a los datos, a la frialdad del número, El partido del presidente se ha presentado en una lista que ha obtenido menos escaños que cuando los dos partidos iban por separado; por otra parte, el número de votos favorables a la independencia es inferior a los que no están de acuerdo. ¿Es esto discutible desde el punto de vista de la «verdad»? Pues no parece; desde luego en número de votos la coalición no ha ganado.

No importa. Se niega la evidencia sin pudor; cualidad que no es algo que sea frecuente en política. ¿Cómo es posible? La emoción por encima de los datos, como en el caso del caballo de Fernán Gómez. Lo irracional frente al dato. El ser humano se apasiona y anula su razón. El seguidor de Belmonte no aceptaba nada bueno de Joselito y al revés. Los extremismos llegan al dislate. Se trata de una pérdida absoluta del significado del mensaje enunciado. La propaganda nazi conocía muy bien el mecanismo.

La violencia verbal ha sido una nota que ha definido la campaña; en este sentido el presidente de la autonomía pidió que los ciudadanos hicieran un «corte de mangas» a los que defienden la posición opuesta.

La RAE lo considera vulgarismo y define: «Ademán de significado obsceno y despectivo que se hace con la mano, extendiendo el dedo corazón entre el índice y el anular doblados. A la vez se levanta el brazo y se golpea en él con la otra mano». El gesto es un corte y remite al «filo de instrumento con que corta y saja». No está claro el origen, parece que en Roma los putos hacían este gesto para denotar que estaban libres para el servicio y, al mismo tiempo, para despreciar al posible cliente.

En este caso resulta paradójico que un presidente que representa a todos y es depositario de la autoridad del Estado, persona muy formal en su vestido y formas de moverse, recurra a un vulgarismo de tal especie. No importa. Se trata de caldear el ambiente y tensarlo. Son recursos muy primarios pero eficaces entre una clientela no pequeña. ¿Qué pensarán los burgueses de Barcelona abonados al Liceo?

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