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LA NUBE DOBLE

EL PULGAR HACIA ABAJO

Juan Francisco Gutiérrez

Miércoles, 23 de septiembre 2015, 12:39

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Por si no era bastante el tener que renovar las fotos de los perfiles para la temporada otoño-electoral, Facebook ha anunciado estos días algunas novedades. La que más polvareda ha suscitado es una esperada por algunos con la misma ansia que una foto de Rajoy en la boda de Maroto. O sea, con los dientes y pulgares afilados. Leímos que tan rápido como hacer un 'like', podríamos dejar al fin opiniones negativas en la red social. A la elegante indiferencia le iba a suceder el botón del 'no me gusta', con su icono del pulgar hacia abajo al románico modo.

A raíz del rumor los más góticos usuarios salivaron y soñaron con una orgía de desplantes. Construir la autoestima a base de minar la ajena, ese clásico ahora también disponible en las pantallas de sus móviles. No veas tú el torpedeo que traería tal botoncito nuclear, o las bombas de racimo de pulgares invertidos a costa de esas parejas que lo exhiben y radian todo (menos los cuernos); o de esas vacaciones envidiadas de otros; o de los retratos de gatitos, las frases de Coelho, las invitaciones al Diantres-Crush, o puede que hasta de artículos como este, un poner.

Pero luego aclararon que no habrá tal maléfico o peligroso botón. Mark Zuckerberg no cree que explotar la mala baba sea una buena idea. Lo que busca Facebook es poder matizar algunos 'me gusta' disonantes: esos torpes que dejamos para comentar una desgracia o algo execrable. Como trabajan con nuestras emociones, dicen que nos van a dotar de herramientas para poder 'empatizar mejor'. Pero me temo que con tal empoderamiento de botones, sean como sean, todo derivará en un berenjenal polisémico fenomenal, aliñado con la mala pipa abundante y el cachondeo digital. Imaginen que suben una nueva foto de perfil y algún graciosillo le dedica un 'Lo siento'. Yo llamaría de inmediato al futuro director de Turismo de Torremolinos y le preguntaría cómo maldecir en esos diez idiomas, ay, que deberá dominar la criatura. Él y no Zuckerberg sí que tiene que ser, también, un experto perito en empatía. Por aquello de su milagro políglota.

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