"La tónica general en estos primeros 100 días de gobierno municipal ha sido la política de baja intensidad, los golpes de efectos o lo que hoy en día se viene a calificar como 'postureo"
Manuel Castillo
Domingo, 20 de septiembre 2015, 11:48
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La noche del 24 de mayo de 2015 cambiaron muchas cosas en la política municipal de este país. Saltaron por los aires las mayorías absolutas y los pactos postelectorales dibujaron un mapa con gobiernos multipartitos, algunos extravagantes, otros incomprensibles y la mayoría de ellos resultado de las ganas de cambio. En Málaga, el Partido Popular perdió su hegemonía en la Costa del Sol, el PSOE recuperó alcaldías en grandes ciudades y muchos ayuntamientos cambiaron de color con la presencia de formaciones emergentes que han obligado a los partidos tradicionales a modificar su forma de gobernar y de gestionar.
La primera conclusión es que este tsunami electoral ha sido positivo al terminar con los rodillos de las mayorías y al inocular en el día a día esa práctica olvidada del diálogo y los acuerdos. Hay también mayor transparencia y aparentemente más participación ciudadana en la toma de decisiones. Pero al otro lado de la balanza hay determinados aspectos negativos cuyos efectos están aún por calibrar y pueden incidir en la desafección de los ciudadanos hacia la política y los políticos.
La tónica general en estos primeros 100 días de gobierno municipal ha sido la política de baja intensidad, los golpes de efectos o lo que hoy en día se viene a calificar como 'postureo'. Es lógico que los recién llegados quieran transmitir con celeridad su impronta y recurran a decisiones con pegada, pero resulta que en la mayoría de los casos han tenido escaso efecto político y mucho menos práctico. A eso se unen las broncas que han tenido a cuenta de los sueldos de los propios concejales, del reparto de las asignaciones de los grupos municipales y los vericuetos económicos de algunos alcaldes para premiar el apoyo de ediles de la oposición a base de garantizarles una buena nómina a final de mes.
Todo ello ha generado cierta decepción entre los ciudadanos, en especial entre votantes de los nuevos partidos, y la sensación de que en algunas cosas todo va a seguir igual, hasta el punto de que más de un político emergente empieza a cogerle el gusto al coche oficial. En estos 100 días se han visto demasiadas miserias.
Una vez terminados los fuegos de artificios y recuperados de la resaca electoral es preciso que se hable más de política de verdad, de proyectos de futuro, de estrategias y sobre todo de regeneración en la política y en la gestión. En los municipios también se necesitan hombres y mujeres de Estado, con esa vocación de altura, de participar y de tomar decisiones que trasciendan al politiqueo doméstico y que sean capaces de construir ciudades más habitables y, sobre todo, contribuyan a mejorar la sociedad. Hay ejemplos, por lo que no hay que perder la esperanza.
Tengo la impresión de que en esta vida municipal, y lamentablemente también en la nacional y en la autonómica, cuesta salir de ese modelo de política de tertulia televisiva, del chismorreo, del y tú más, de la apariencia, con un riesgo cierto a que un día confundamos un pleno municipal con un programa de esos de mujeres, hombres y viceversa.
Ahora toca romper esa sensación de parálisis instalada en muchos municipios. Se acabó ese margen de tiempo para tomarle el pulso a cada ciudad. Ahora es el momento de demostrar que el pasado 24M asistimos a un cambio real y no a un recambio de piezas para que todo siga igual.
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