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FALSAS PROMESAS

Manuel Castillo

Domingo, 13 de septiembre 2015, 12:27

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Debe ser complicado explicarse frente al espejo, a solas, la ruptura de un compromiso; faltar a la palabra dada. Porque el ejercicio político no es incompatible con la honestidad. Quizá ello explique que ningún cargo público de la Junta de Andalucía se presentara esta semana en La Cónsula para decirle a los empleados que van a seguir sin cobrar y que, a pesar de ello, tienen que ir cada día a trabajar si no quieren peder los derechos laborales adquiridos. Debe ser difícil mantener la mirada a un padre de familia que lleva meses sin recibir su nómina después de tantas mentiras, tantas falsedades, tantos incumplimientos. Pero a pesar de ello siempre hay que dar la cara, porque de lo contrario se pierde por completo la credibilidad, que es lo que les ha pasado a los responsables políticos que gestionan hoy La Cónsula. Y La Fonda.

Pero es que ha ocurrido lo mismo con el compromiso de mantener las tres comidas para los niños en riesgo de exclusión. Vaya, para los que se van a la cama sin cenar porque la nevera está vacía. Sólo se necesitaron unas cuantas horas para que las familias comprobaran que ese anuncio de la Consejería de Educación era papel mojado. ¿Qué llevó a Adelaida de la Calle a realizar esa afirmación imposible de cumplir? ¿Estaba mal informada por su equipo? ¿A última hora un interventor puso algún reparo? ¿Fue un error? Estoy convencido de que De la Calle estaba segura al poner su palabra sobre la mesa, lo que me induce a pensar que la administración autonómica debe ser un auténtico desastre para dejar de esta forma a un miembro del Gobierno al pie de los caballos. Y también me hace pensar el hecho de que nadie haya dado alguna explicación.

Es preciso recuperar el valor de la palabra, del compromiso, y exigirle a los políticos que cumplan, porque de lo contrario construimos un sistema tan frívolo y con tan pocos valores que la gente acaba metiendo la mano en el cajón. Si da igual mentir, si da igual engañar, da igual todo lo demás. Y en ello también debemos ser estrictos los medios de comunicación, poniendo a cada cual frente al espejo de sus promesas.

Cuando un político dice la verdad, la verdad verdadera, los ciudadanos le entienden y hasta le perdonan. Y hubiera sido recomendable que le hubieran dicho la verdad a los trabajadores y alumnos de La Cónsula, y a los padres que esperaban el plan de las tres comidas y a tantos y tantos defraudados con las administraciones y sus incumplimientos en todos sus ámbitos.

La sociedad funciona; es capaz de articular mecanismos para solucionar problemas. A veces lo único que es necesario es que la administración pública actúe con franqueza y plantee el problema para hallar una salida. Seguro que si la Junta hubiera anunciado que no podía afrontar el plan de las tres comidas se podría haber articulado algún modelo provisional a través de entidades u ONGs. Seguro que si se hubiera sido claro desde el primer día con el asunto de La Cónsula hoy estaría funcionando con normalidad.

Quizá lo que ocurre es que, en vez de solucionar los problemas, lo que realmente preocupa en algunos despachos es que esos problemas no salpiquen. Ni al partido, ni a los que mandan. Sobre todo a los que mandan mucho.

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