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'Lemmings'

MARÍA MAIZKURRENA

Miércoles, 2 de septiembre 2015, 12:27

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Quiero imaginar que el ser humano está a punto de dar un salto evolutivo, a punto de comenzar a ser una especie inteligente de verdad, con la inteligencia emocional jugando en primera línea la gran partida que se despliega ante nosotros. No hay muchos signos de que vaya a ser así, pero tal vez si escribimos y reescribimos ese guión estemos dando a nuestra especie la posibilidad de adoptar pautas de conducta que nos lleven en dirección opuesta a la catástrofe. De momento nuestras pautas de conducta se parecen a las de los 'lemmings', especialmente los del mito del suicidio colectivo y los juegos de ordenador. Más conocidos por los juegos de ordenador que por los documentales sobre la Antártida, los leminos han pasado a llamarse 'lemming', ya que su presencia en la cultura popular ha irrumpido desde el mundo anglosajón. Da igual que ahora sepamos que no se suicidan en masa. Lo hacen en los famosos juegos una y otra vez. Nosotros somos los leminos y somos el jugador que aprieta el botón, es decir, el gatillo. Este 'nosotros' es el enigma de una especie en guerra consigo misma.

Cuando leo la carta de despedida de Oliver Sachs, el escritor y neurólogo que acaba de morir de cáncer a los 82 años, esa carta impresionante que se publicó en febrero pasado, estoy escuchando la voz de una especie inteligente. También cuando leo la carta abierta que han firmado 20.000 personas, entre ellas Stephen Hawking, Elon Musk y Steve Wozniak, para que no se desarrollen las 'armas autónomas', llamadas de forma más descriptiva 'robots asesinos'. En cambio, si me asomo a la web 'Guerra fría en Porton Down', de la universidad inglesa de Kent, o al libro del profesor Ulf Schimdt sobre los espeluznantes experimentos de décadas que hacían el mal en busca de formas químicas y bacteriológicas de hacer el mal a gran escala, si bien la existencia del proyecto de investigación es un motivo de esperanza, los datos recopilados y la historia que desprenden no dejan mucho sitio para confiar en el ser humano. La verdad es que el turismo en Magaluf, la televisión en verano, el resplandor de los incendios forestales, los jóvenes que se tiran de los balcones como 'lemmings' con el cerebro lleno de alcohol y drogas sintéticas, junto a la cortedad de miras de tantas respuestas ante los desafíos de este mundo cada vez más entrelazado en una gran trama común, nos hacen pensar que no, que no somos una especie inteligente. Que los mejores de entre nosotros son pocos y su voz se oye poquísimo. Somos los 'lemmings' reflejados en nuestras pantallas mientras destruimos la Tierra que nos alimenta y nos asomamos a un gran precipicio. Podemos imaginar que pasaremos volando al otro lado. Al fin y al cabo se han inventado las máquinas voladoras. Pero ahora estamos en el capítulo de inventar las máquinas que matan solas.

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