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LA NUBE DOBLE

Prevenidos

Hoy empieza lo nuevo para muchas televisiones, que adelantan el curso como grandes almacenes que son

Juan Francisco Gutiérrez

Lunes, 31 de agosto 2015, 12:14

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Los vemos ahí cada día, frente a las cámaras, en apariciones estelares pero fugaces. Y los vemos porque hay otros que les encuadran con pulso y tesón. Y ustedes lo ven fácil, pero la cosa tiene su miga. Aparecen pizpiretos, como recién duchados o recién salidos del tinte, pero cuando hay inundaciones les llega el agua al cuello, o a las rodillas. Y cuando hay nieve, son los primeros en decirnos 'in situ' que en tal o cual pico o montaña llegó la añorada rasca. Y cómo será de molón ese trabajo suyo que las empresas televisivas más pijas hasta encargan paraguas, camisas bordadas o chubasqueros con la imagen de la cadena. Son los reporteros televisivos, esos funcionarios de la farándula o notarios en vaqueros de lo inmediato, acaso siempre más recordados por unos pendientes, por una entonación especial o por una metedura de pata que por sus horas de guerrilla diaria.

A veces las cámaras nos los muestran en grupo, apiñados con sus micrófonos en la mano, la llamadas 'alcachofas' en el argot, cada una con su logo distintivo. Y por solidaridad, cuando hay alguna melé ante un juzgado, o no sé, la inauguración política de una noria, los colegas de medios distintos con mejor ubicación, o con el brazo o la mano más larga, no tienen empacho en compartirla con el resto de sus compañeros. Les hermanan muchas horas de espera que la audiencia no ve, y acaso también la lengua larga y entrenada en el tiempo que casi todos deben tener: se les presupone además, como a los soldados, el valor para ponerse cada día a los tiros de las cámaras.

Hoy empieza lo nuevo para muchas televisiones, que adelantan el curso como grandes almacenes que son de imágenes y de sustos. Vuelven las estrellas de relumbrón y ahí seguirán los reporteros en las calles con el petate, a ver si hace más calor del normal, o mueren más personas cruzando fronteras, o cómo va lo del drama posvacacional, ese pesar aburguesado y tonto de media parte de la clase media. Es lo que les toca a estos hombres y mujeres (hay muchas, quizá más pertinaces): poner caras, rostros y voces, como estatuas de cera que se derriten con el tiempo, a todo lo que parece que nos pasa. Y hoy quizá se siga hablando de Jorge Ramos, estrella latina de los noticiarios, cuyo choque con Donald Trump tendrá más recorrido porque pertenece al escalafón de los coroneles televisivos. Pero, ah, una vez pasado el espanto, los nombres de Alison Parker y Adam Ward, reporteros de Virginia tiroteados la semana pasada en pleno directo, quizá ya nadie los recuerde. Y esa es la fuerza de las cosas: que más allá de las celebridades y de la espuma negra del momento, el esfuerzo de estos currantes se va siempre por el desagüe de las pantallas y por la memoria de los espectadores. Y en la hora de su maldita suerte ese olvido puede que fuera lo único para lo que estaban realmente prevenidos.

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