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UNA CUESTIÓN

UNA FINAL DISTINTA

MANUEL CASTILLO

Martes, 7 de julio 2015, 12:36

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Confieso que vi la final de la Copa América con tanto o más interés e ilusión que cualquier final europea (siempre que no estuviera España, claro). Me apetecía ver algo distinto, otra manera de vivir el fútbol. Me aburre la Champions siempre con los mismos equipos, con las mismas caras y los mismos técnicos, y me cansa la Eurocopa casi siempre con los mismos finalistas. En Chile hemos visto a dos finalistas americanos con un buen número de jugadores 'familiares' a los que aplaudimos cada semana en la Liga española; incluso hubo algún exmalaguista, como Demichelis, tan rejuvenecido por su corte de pelo más tradicional. Pero no voy a ocultar que me incliné desde el principio por el más débil. Y gané. Chile disponía de esas caras nuevas que me ilusionaba ver.

Argentina, una selección cuajada de figuras que triunfan en medio mundo, volvió a defraudar. Y dentro de ella ese Messi infrenable que brilló más por su ausencia que por los goles con los que no comulga en su selección, aparte los dos penaltis transformados en sendas tandas. Nadie esperaba tal desencanto y, sobre todo los propios jugadores que, al final, mostraban una cara que jamás habíamos visto en el propio Messi,en Mascherano o en Agüero (nuestros más allegados), en tanto que el portero y capitan Bravo veía recompensado ese triste fin de temporada en el Barcelona, suplente en la Champions y hasta borrado por la FIFA como itegrante del equipo vencedor. No es fácil asistir a la proclamación de un gran campeón que nunca en su historia había conseguido nada parecido.

La apoteosis final, con un despoblado tenderete en medio del campo, pero cuajado en su alrededor de niños en brazos de sus padres, era la estampa viva de un pueblo que en su plaza central vivía una noche de fiesta. Sin alardes, pero con los sentimientos a flor de piel.

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