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EL MIRADOR

Desayunando con Sur

Es el cordón umbilical con la realidad: un periódico no sirve para ver el mundo, sino para estar en el mundo

Teodoro León Gross

Viernes, 3 de julio 2015, 12:35

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Las encuestas existen. Hay quien cree que son un invento, como el paseo de Neil Armstrong por la Luna o el suicidio de Marilyn; pero, contra los escépticos, sí, realmente existen. A mí nunca me han interrogado por mi voto, pero en las últimas semanas me han encuestado dos veces, sobre mis hábitos saludables -toda una vergüenza, a decir verdad- y sobre mascotas. Ahí se produjo un curioso incidente. La encuestadora me preguntó por mi animal de compañía favorito, y después de considerar la cuestión durante unos segundos, respondí:

-El periódico.

Tras mirarme perpleja, con cierta conmiseración, recalcó que se refería a animales de compañía:

-Exacto, el periódico de papel.

Quizá temiendo que yo tuviera dificultad de entendimiento o fuese directamente gilipollas -hipótesis que no cabe descartar, claro- me puso ejemplos, como perro, gato, canario o hámster para que entendiera bien la pregunta.

-¿Por qué cree usted que un gato o un canario, incluso un perro, son superiores a un periódico como animal de compañía?

Sus objeciones se fueron haciendo cada vez más débiles a medida que comprendía que no hay perro guardián más eficaz vigilando que 'The New York Times'; ningún jilguero, alondra o ruiseñor con una musicalidad comparable a una columna de Alcántara; que no hay gatos ni siquiera de Angora más elegantes que una crónica de la escuela de Pla o Chaves Nogales; ningún roedor que te haga sonreír más que Idígoras o El Roto; y nada te acompaña más. A pesar de todo, aunque para entonces ya parecía haber asumido que no hay otra especie mejor -libra por libra, en el argot de boxeo, el diario silencioso, fiel, apasionado y enérgico gana en todas las categorías- la chica todavía se resistió un rato a apuntar el periódico como animal de compañía en el apartado 'Otros'.

Decía Diógenes, copiado después por Lord Byron, que cuanto más conocía a los hombres, más quería a su perro. Por mi parte, cuanto más conozco a los perros, más quiero a mi periódico. El viejo animal de papel con su arquitectura aparatosa, el tacto sucio en los dedos, el olor que tanto gustaba a John Banville, te despierta los sentidos cada mañana. Un café aromático y el periódico constituye el ritual de regreso a la realidad. Esta semana me gustó la campaña 'Desayunando con Sur' porque es la hora del animal fiel. Hegel ya vio el diario como la oración matinal del hombre moderno. En pocas horas servirá para envolver pescado, pero durante esos minutos ahí está todo. En el 'Diario' de Federico Soriguer, mientras describe la desconexión del mundo para el jubilado, constantemente alude al periódico como cordón umbilical con la realidad. Un periódico no sirve para ver el mundo, sino para estar en el mundo. Hay quien le pone fecha de caducidad; pero si acaso, como dice el maestro Alcántara, tiene los siglos contados. Por cierto, buenos días, y disfruten del desayuno.

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