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VIENEN CURVAS

La marca de la casa: sí, pero no

Quizás Cassá no sabía que el alcalde es un artista de la negociación: te deconstruye un acuerdo en un pis pas

Ana Barreales

Lunes, 29 de junio 2015, 11:49

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Lo peor de ser político es que una vez superado el examen de las urnas ante los votantes empieza el examen mediático diario. Eso lo saben los antiguos, los de la casta, pero a los nuevos les cuesta aceptarlo y lo llevan como pueden. Especialmente a Ciudadanos que está en el gobierno (sin estar) y en la oposición al mismo tiempo. Se ven bajo el mismo foco que los otros y a veces da la sensación de que no saben por dónde tirar. Ya son parte del sistema, ahora tienen la oportunidad de hacer cosas, han dejado de ser ellos los que opinan sobre los demás. Son analizados y juzgados como el resto. Pero en política, como en tantas otras cosas, la credibilidad hay que ganarse cada día. Y nadie dijo que esto fuera fácil.

Quizás Juan Cassa no sabía que el alcalde de es incansable y, además, un artista de la negociación. Te deconstruye un acuerdo en un pis pas, igual que Ferrán Adriá la tortilla de patatas. Primero (zalamero) te escucha, asiente, está por la labor, llega a un acuerdo; pero de pronto se para, reflexiona en voz alta, disiente, se crece, se lo resplantea todo, mantiene una postura distinta sin romper el acuerdo, vuelve acercarse y así hasta el infinito y más allá. Llega un momento en que uno no sabe si le ha convencido de algo o si es que hace lo contrario de lo que piensa para no ponerse en contra de nadie, pero con tal de que ese proceso termine cualquiera acaba casi dispuesto a darle la razón en lo que sea. Y cuando uno ya cree que va a saltar el pacto por los aires, el alcalde se pone en modo institucional para que conste en acta «la voluntad firme de cumplir el pacto» y de esa forma queda claro que piensa las dos cosas y que no está dispuesto a renunciar a ninguna de ellas, siempre desde la legalidad, naturalmente.

Así tiene a Cassá, desconcertado el hombre, que no sabe si va o viene. Se levanta pensando que ha convencido al alcalde, almuerza creyendo que puede ser que le haya chuleado un poco y, a la cena, no sabe ya a qué carta quedarse. Quiere ser un hombre de diálogo, de consenso, que guíe a De la Torre por el buen camino de la bajada salarial y quitarle la manía esa de los cargos a dedo, pero no es tan fácil como parece. Yo le comprendo. Es difícil discutir con alguien que está completamente de acuerdo contigo. Más que nada porque se queda uno sin argumentos. Visto lo visto parece que la marca de la casa para la legislatura va a ser el 'sí, pero no' del alcalde. Resulta que el consenso no es llegar a un acuerdo sino compartir «el espíritu y la intencionalidad», pero abogar por «abrir una reflexión y buscar la máxima coherencia». Lo más seguro, que quién sabe. Pues puede que haga falta un intérprete.

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