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La grieta del sistema

Manuel Castillo

Domingo, 28 de junio 2015, 12:58

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El terremoto político y social provocado por la corrupción y la crisis económica ha originado una enorme grieta en el sistema, como esas que se ven en las películas que parten en dos una carretera, un pueblo o todo un país. Son dos lados separados por el abismo, donde ya han caído un buen número de políticos y empresarios, una lista impensable e indecente de representantes públicos entre rejas como los casos de Jaume Matas, Carlos Fabra, Luis Bárcenas, Díaz Ferrán, Francisco Correa, Del Nido o Antonio Fernández. Estos son los que han metido la mano en el cajón, los que han desvalijado arcas públicas con desmanes o cuentas en Suiza y otros paraísos fiscales en un alarde obsceno de falta de honestidad. Esos que pensaban que aquí robaba todo el mundo y que el que no lo hacía era porque no podía. Y se equivocaban, porque en el subsuelo de este volcán inactivo que era España bullía el magma de la indignación que terminó por estallar con una erupción de lodo e inmundicia.

La Justicia es desesperadamente lenta en España, es verdad, pero termina por llegar. O al menos eso parece, o en eso confiamos, a tenor de las consecuencias que observamos en Madrid, Valencia y otras tantas comunidades. Aquí, en Andalucía, estamos aún en la etapa de las imputaciones, pero tarde o temprano asistiremos a la entrada en prisión de algunos de los imputados, como me recordaba esta semana un colega de Valencia. Así es el relato por etapas de la corrupción y la liturgia de la Justicia.

La decisión del Tribunal Supremo de inculpar a los expresidentes de la Junta Manuel Chaves y José Antonio Griñán y los ex consejeros Gaspar Zarrías y José Antonio Viera por presunta prevaricación en el caso de los ERE es el golpe definitivo a 20 años de socialismo en Andalucía y a todo un sistema político y social zarandeado por el despilfarro y la corrupción. Es como si la marea hubiese bajado de repente en la playa, dejando al desnudo las vergüenzas de cientos de bañistas confiados que creían estar tapados y bien tapados con el agua por la cintura.

Así, la grieta de la corrupción ha desgajado un buen trozo de este país y todavía son muchos los que hacen equilibrios para no caer a ese infierno que representa Soto del Real. Ese pedazo de sociedad ha quedado a la deriva con cientos de imputados, acusados y condenados sometidos a un escarnio y exilio social, con el peso de la sospecha y la duda que posiblemente les perseguirá el resto de sus días. En la mayoría de los casos como resultado lógico de sus delitos, pero en otros como víctimas de las urgencias y el olvido de la presunción de inocencia. Quizá porque en estos casos la lentitud de la Justicia es incompatible con la velocidad que exige la sociedad, para sentirse satisfecha, sin reparar en matices, más aún cuando la política de regeneración exige cobrarse piezas cuanto antes.

Cuando se limpia con lejía pasan estas cosas. Te llevas toda la suciedad por delante, pero siempre acaba por salpicarte en la ropa. Y en Andalucía está pasando esto, había tanta suciedad, tanto mangante, que cuando terminen de fregar muchos saldrán descoloridos, quizá para siempre. Y de ellos nadie se acordará, porque todos estaremos entretenidos observando cómo los culpables, o al menos la mayoría de ellos, están tras las rejas.

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