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LA NUBE DOBLE

Menudencias

Juan Francisco Gutiérrez

Lunes, 15 de junio 2015, 12:18

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Llevamos dos días que no ganamos para sustos con el pasado tuitero de los nuevos concejales de los partidos emergentes, sumergidos ya en los salones de plenos. Muestran los telediarios, siempre atentos a lo chisposo, chistes de mal gusto de fulanito o de menganito, de aquí o de allá, para alentar el escarnio general y sacarle los colores a sus autores. Y los más ociosos hasta sacan del archivo cualquier incoherencia o desliz descatalogado para rematar la faena: un ejercicio crítico de retuiteo, a medio camino entre la justa denuncia social y el simple cachondeo.

Todas las celebridades globales, desde Hillary Clinton hasta el Papa, saben de la importancia que existe en labrar, hasta con equipos de por medio, su reputación digital. Otros, en cambio, sin ni siquiera abrir la boca se convierten en la mofa viral del día, que solo dura unas horas. Le ha pasado a la nueva alcaldesa de Jerez, de quien no sabemos todavía si el cargo le viene grande pero sí, dato revelador, que escoge calzado pequeño. Para su toma de posesión se calzó unas chanclas tan prietas que dejó al aire sus dedos meñiques, ya absurda y brevemente célebres. Sus pies, por más que se asemejen a los de Julianne Moore, resultaron para muchos tan inquietantes como algunos pactos de gobierno.

En medio de estos debates de altura, y por lo poco visto hasta ahora, cabría preguntarse, por no hablar de podología, si todos aguantaríamos un examen detallado de nuestra reputación digital. Antes que lanzarnos a dictar sentencias virales yo optaría por aquello tan bíblico de que por sus actos, y no por sus meñiques, los conoceréis. Hasta que lleguen esas acciones deberíamos juzgar, de momento, sus palabras y discursos, sus primeros actos de habla. Y tras oír las intervenciones de algunos nuevos y viejos portavoces en los ayuntamientos (casi todas leídas, cuando no balbuceadas) urge pedir más y mejor oratoria y menos 'branding' de redes sociales o pedicura. Quizá lo digo porque me cuento, ay, entre los incautos que creemos que otro mundo político sin «poner en valor» es posible.

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