Borrar
LA TRIBUNA

¿Cultura fácil?

Es difícil ser culto, hay que esforzarse por conocer y por aprehender. El saber no está en el aire, no se inhala, no se contagia como una enfermedad venérea o un resfriado. Requiere toda una vida

RAFAEL GARCÍA MALDONADO. FARMACÉUTICO Y ESCRITOR

Lunes, 8 de junio 2015, 11:33

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

¿Qué es, pues, el tiempo? Sé bien lo que es, si no se me pregunta. Pero cuando quiero explicárselo al que me lo pregunta, no lo sé. Eso lo dijo San Agustín, hace aproximadamente mil seiscientos años. Yo opino exactamente lo mismo que el de Hipona, pero en relación a la Cultura (con mayúsculas). No sé definirla, pero sí sé lo que no es. Y no es, sin duda alguna, buena parte de lo que hoy se entiende como tal por gran parte de la sociedad. Sobran los ejemplos (cocineros mediáticos, libros inanes escritos por famosos impresentables, programas con supuestos experimentos sociológicos, la tauromaquia, la feria de cada pueblo y el salto de la valla del Rocío, etcétera), aunque este artículo no pretenda entrar en más detalles de los necesarios al respecto.

La cultura cuesta trabajo. Es difícil ser culto, hay que esforzarse por conocer y por aprehender. Aristóteles decía que todos los hombres desean saber, pero ignoro si el estagirita añadió que no se acaba sabiendo parado como una planta, adquiriendo cultura por ósmosis. La Cultura no está en el aire, no se inhala, no se contagia como una enfermedad venérea o un resfriado. Querer ser instruido y culto requiere toda una vida, un proyecto de ésta. Un cometido en el que el individuo asume que el mundo es de una complejidad insoportable, y éste, abrumado y valiente, hace una apuesta por dedicar su tiempo a desentrañar los misterios que le rodean, a buscar el porqué de las cosas y los secretos del corazón, o al menos a intentarlo. «Yo no sé nada, nada. Quiero saber. Todo. Por qué una estrella cae y un pájaro no. Dónde está el sol por la noche. Por qué la luna cambia de forma. Quiero saber dónde nace el viento». Es difícil que no me emocione cuando escucho a Kirk Douglas decir eso, en la película Espartaco. ¿Cuánta gente ha pensado eso a lo largo de la historia y no ha podido saciar sus ganas de saber y de aprender? Yo conozco a muchos, por mi trabajo y por mis lecturas. Sé que ha habido gente que no ha podido y ha querido ser culta. Hoy, que todo el mundo puede serlo, casi nadie quiere hacer el mínimo esfuerzo por conseguirlo.

Lo peor es que aceptamos (la sociedad, los políticos) esa deprimente realidad y actuamos para situarnos en el nivel de mediocridad que reina en nuestro país. Antiguamente, cuando una familia sin posibles prosperaba económicamente, lo primero que hacía era comprar libros que decoraran la casa, hacía por ir a teatros y óperas y se dejaban ver por museos y exposiciones. Muchos, casi analfabetos, no tenían ni idea de lo representado, pero se entendía que un burgués, una persona próspera, debía ser medianamente culta. Hoy, por el contrario, los gobernantes han hecho (de un tiempo a esta parte) todo lo contrario. Ya que la realidad es culturalmente tan mediocre, bajemos el nivel educativo y cultural a la vulgaridad reinante, de tal manera que nadie se sienta ofendido y el pueblo pueda seguir sintiéndose gozosamente inculto. ¿A quién le avergüenza hoy decir que jamás leyó un solo libro?

Hago estas reflexiones a tenor de lo que considero una más de las bajadas de pantalones ante el desinterés por la Cultura de la mayoría de la población española. Hablaba antes de políticos, pero parece que los intelectuales también entran al trapo: si la gente no va a la cultura, hagamos la cultura al nivel de la gente. Andrés Trapiello (conocido intelectual, novelista y escritor de aburridísimos diarios) ha traducido al castellano actual una novela como el Quijote. Ahí es nada. El Quijote de Cervantes que (me incluyo orgulloso) hemos leído entero un par de veces muy pocas personas, casi todos escritores o en proyecto de serlo. ¿Acaso alguien que jamás leyó una obra compleja la va a leer porque se omita parte de su complejidad? ¿No es ahí donde se diferencia precisamente al interesado en la Cultura y al que pretende ser culto sin esfuerzo alguno? Ni un solo lector que no leyó la obra original se acercará ahora a esta obra 'traducida'. Queremos que todo sea fácil y rápido, y hay cosas que no deben entrar en esa almoneda del conocimiento. Sólo conseguiremos, si cabe, más pereza intelectual.

«Cada libro», recordaba recientemente el escritor Alberto Menguel, «establece con sus lectores una relación de aprendizaje; cada libro nos enseña a leerlo». Pero hay que querer hacerlo, la cultura del mérito y el esfuerzo debe reinar también en la cultura y el intelecto. Aquí sí, y no en otra parte es donde deberíamos ser elitistas.

Es el Quijote, y tal vez por ello escribo estas letras. No soy el mismo que, leyéndolo con cautela y un bolígrafo, al cumplir los treinta años, descubrió qué era España y quién era yo. Gracias que no fue sencillo me interesé por ese lenguaje a veces difícil, por el siglo de Oro y por lo que ocurrió en Argel tras la batalla de Lepanto, entre otras muchas cosas. También me llevó a otra lectura capital: Guzmán de Alfarache, y a muchas otras. En definitiva, que, con esfuerzo, en sólo mil páginas, leí toda la memoria de occidente, supe algo más de la condición humana y vi muy claro lo importante de la libertad, los libros y los sueños.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios