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LA TRIBUNA

El minotauro redimido de Cortázar

Somos ciudadanos y no súbditos.Toca pasar de la indignación a la ilusión para evitar que la crisis nos arrebate la esperanza de un futuro mejor

LUIS PORTERO DE LA TORRE ABOGADO

Jueves, 28 de mayo 2015, 13:15

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Entre los años 1947 y 1949 se dieron a conocer y se publicaron 'La casa de Asterión', de Jorge Luis Borges, y 'Los Reyes', de Julio Cortázar. Inauguraron en el ámbito de las Letras del siglo XX un interesante mecanismo de subversión o desvío de las miradas sobre los protagonistas del mito del minotauro. 'Los Reyes' es la primera obra publicada por Cortázar con su verdadero nombre. Se trata de un poema dramático inclasificable, escrito en forma de teatro; cinco escenas plenas de lirismo que se centran en el mito del minotauro, creando diálogos y reescribiendo los hechos de manera innovadora y nunca antes pensada.

En la versión clásica de Apolodoro, Plutarco y Ovidio, el minotauro era un monstruo con cuerpo de hombre y cabeza de toro. Su nombre significa 'toro de Minos' y nace de una relación entre Pasífae -la extraviada, zoofílica y esposa maldita de Minos- y el toro enfurecido de Creta que había sido regalado por Poseidón. Fue tal la ira y vergüenza de Minos, que le pidió al artesano Dédalo que construyera un laberinto para encerrar al minotauro en la isla de Creta. Todos los años Atenas debía pagar un tributo a Creta, enviando a siete mujeres y siete hombres como sacrificio para alimentar a la bestia. En el tercer viaje de las víctimas, Teseo, hijo de Egeo, rey de Atenas, se ofrece para ir a Creta entre los sacrificados y matar al monstruo. Al llegar Teseo a Creta, Ariadna, hija de Minos y Pasífae, se enamora perdidamente de él, entregándole un ovillo para que amarre un extremo a la entrada del laberinto y una daga para herir al minotauro en el pecho. Teseo encuentra en el laberinto al minotauro, lo mata y siguiendo el ovillo encuentra la salida del laberinto.

Cortázar reinventa el mito, lo ve completamente al revés. En el minotauro ve al poeta, al hombre libre, al hombre diferente al que la sociedad, el sistema, encierra inmediatamente en el laberinto. Dédalo, el artista, construye el laberinto como templo del monstruo, al tiempo que una suerte de Axis mundi o punto de conexión entre el cielo y la tierra. Teseo, en cambio, es el perfecto defensor del orden, entra en el laberinto para hacerle el juego al rey Minos. Teseo es el gánster del rey que se dirige al laberinto para matar al poeta, por la misma razón que Minos hubo de encerrarlo. El poema desvela el secreto del minotauro, que no se ha comido ni devorado a nadie. El minotauro es un ser inocente que vive con sus rehenes, que juega y danza a su alrededor y ellos son felices en el laberinto. El laberinto encierra un enigma: Minos es el verdadero prisionero del minotauro. Entonces llega el joven Teseo, que tiene los procedimientos de un perfecto fascista y que lo mata inmediatamente.

La inversión del drama mitológico causó un cierto escándalo en los medios académicos, pero cuenta Cortázar que le divirtió escribir la obra en un lenguaje suntuoso, lleno de palabras que bailan y que cantan.

Convenimos con Martín C. Taylor, un estudioso de la obra de Cortázar, que pueden trazarse algunas analogías entre el peronismo (la realidad histórica que imperaba en Argentina entre 1945 y 1955) y 'Los Reyes' (1948). El drama simbolizaría, veladamente, una condena del régimen argentino. Tanto en la Argentina peronista como en la Creta minosiana, la justicia estaba pervertida, se reverenciaba el poder heroico e imperaba un terrorismo que esclavizaba el cuerpo y el pensamiento; había cierta similitud entre el bonaerense que se sentía aislado históricamente y el minotauro en su laberinto, entre los intereses capitalistas ultramarinos que controlaban la economía argentina y el dominio militar de Creta sobre Atenas, y entre la lucha de civilización y barbarie con la que se entabla entre el minotauro y Teseo. No obstante, la cosmovisión de Cortázar traspasa las fronteras nacionales y temporales y penetra ciertos enigmas que persiguen al hombre: el mal que acompaña al poder, sea individual o político, la cuestión axiológica del materialismo frente a la vida espiritual, la dualidad en el hombre entre su ser humano y animal.

Pues bien, en la España de los últimos once años la realidad es justamente la del minotauro redimido de Cortázar. Pero ocurre que la ciudadanía está engañada con el mito. Minos está representado en la partitocracia del PP y del PSOE. Teseo es la red política que ocupa casi todas las esferas de la sociedad, contaminando unas instituciones que no funcionan adecuadamente y alumbrando un sistema que tolera la corrupción, donde no existe la separación efectiva entre los poderes del Estado y los órganos de control, derivando en una democracia manipulada y sometida a la oligarquía de los partidos. El minotauro está representado en la falta de pulso de una sociedad civil amordazada. Y como efecto de dicha enfermedad explota la peor crisis de los últimos treinta años.

El problema de España no es la crisis económica. El sistema inmunológico del país sigue sin funcionar adecuadamente y por eso no puede protegerse frente a las infecciones que le causan la enfermedad. Las medidas adoptadas para intentar salir de la crisis económica actúan como antitérmicos que evitan que le suba la fiebre al enfermo.

Es pues evidente que el inicio del verdadero cambio de paradigma empieza en la regeneración de los partidos políticos, en la apuesta por la transparencia y por la meritocracia frente a la cooptación de los mediocres, en la democracia interna frente al autoritarismo de líderes que han perdido el apoyo de las bases. Somos ciudadanos y no súbditos. Toca pasar de la indignación a la ilusión para evitar que la crisis nos arrebate la esperanza de un futuro mejor. Ha llegado la hora de articular una minoría creativa en torno a los mejores. Ha llegado el momento de que el cambio sensato revitalice los compromisos que definieron la Transición.

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