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GOLPE DE DADOS

HORROR EN PALMIRA

ALFREDO TAJÁN

Viernes, 22 de mayo 2015, 12:31

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Veo ante la pantalla de televisión que el sanguinario Estado Islámico ha tomado por la fuerza una de las joyas monumentales del mundo antiguo, esto es, Palmira. Escribo estas líneas emocionado por el recuerdo de mis ancestros, nada lejanos, mis abuelos paternos, que nacieron en una ciudad cercana del antiguo Reino del Cham, el jardín de la República, la ciudad de Oms. Cuando visité Siria con mis padres en 1978 era una nación próspera bajo una feroz dictadura militar pero en la que convivían distintas religiones y razas. No puedo contener la emoción al recordar el recorrido que hicimos por Alepo y Palmira, en esta última creí morir de placer al pasear por su carretera principal bajo el amparo de las columnas dóricas, los templos dedicados a dioses estrafalarios, y el palacio de la levantisca Zenobia, suerte de Cleopatra, aunque dos siglos más tarde, celosa guardiana de la ruta de la seda, que extralimitó sus poderes y acabo imitando a su admirada reina de Egipto, es decir, se enfrentó con Roma. Palmira es la expresión viva de una ciudad que conjugó el mundo occidental, la belleza griega, con los flujos del imperio sasánida, anfitriona hospitalaria de caravanas repletas de delicados tejidos y joyas antes nunca vistas que se detenían en la capital, nexo de unión de dos universos, en la que el comercio y la cultura se anteponían a los conflictos fronterizos. Cronistas imaginativos e historiadores rigurosos coinciden en que en su máximo apogeo Palmira sobrepasó los doscientos mil habitantes, lo que la convertía, en la época, en una megalópolis. Pero todo terminó cuando las tropas de Zenobia fueron vencidas, precisamente en Oms, por el emperador Aureliano, y la reina capturada y enviada a Roma, donde fue exhibida con toda la parafernalia del motín de guerra: cadenas de oro en cuello y muñecas.

Ahora este singular episodio parece que va a ser sepultado no por la arenisca del desierto sino por el fanatismo más lacerante. Un tropel de exaltados mancilla con su resentimiento las avenidas de la Historia. Si los talibanes hicieron volar por aires los colosales Budas de Bamiyán ¿qué no son capaces perpetrar ahora? La tímida reacción Occidental sólo puede entenderse gracias a la complicidad de muchos gobiernos 'democráticos' con el tráfico de armas. Se antepone la 'pasta' a la razón, y así nos va. Y mientras tanto Palmira se hunde.

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