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La farsa de los electoralismos

TEODORO LEÓN GROSS

Miércoles, 1 de abril 2015, 12:44

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Charlando sobre electoralismo, me decía esta semana José Bono en un almuerzo estupendo con varios políticos, periodistas y empresarios en casa del abogado Javier Cremades, a la sombra de una terraza suspendida sobre el Mediterráneo turquesa, que «la primera obligación de un político es ganar las elecciones». Casi se puede estar de acuerdo con él; con un matiz que, imagino, el propio Bono aceptaría: 'la primera obligación de un partido es ganar elecciones'. En definitiva los partidos son maquinarias electorales. De hecho, en EEUU se desmontan tras las investiduras; sólo funcionan para las campañas. Lo patológico aquí no es que los partidos se vuelquen para ganar en las urnas, algo lógico, sino que invadan las legislaturas enteras y se apropien de las instituciones imponiendo el interés partidista al interés general. En teoría, como medió el alcalde atinadamente, 'la primera obligación del político es el servicio público'. Claro que eso es, sólo, la teoría.

El PSOE se quejaba ayer de que el Ayuntamiento ha emprendido una operación electoralista de limpieza cosmética de Málaga. Va de suyo. La ciudad tiene un problema: invierte ingentes recursos en ese servicio y éste no acaba de funcionar; de modo que de aquí a las urnas se trata de crear un espejismo para que el votante no tenga que ir a depositar la papeleta tapándose la nariz. También están acabando de asfaltar calles y reparar aceras para que el votante vaya al colegio electoral contento del trayecto, sin sufrir los baches de la gestión. Todo eso es sencillamente obvio. El electoralismo, como el juego ilegal en el casino de Rick's en Casablanca que desmonta el capitán Renault, es una farsa hipócrita a la vista de todos. A los mandatarios debería avergonzarles, o al menos a los votantes por no ser cómplices, pero nadie puede sentirse engañado. Sucede a la vista de todos.

Y más allá de ese electoralismo ramplón de la inauguraciones, que ha alcanzado el paroxismo en estos '8 Días de Oro', hay otras variantes, como el electoralismo de la promesas falsas; el electoralismo de los 'pactos de nuncajamás' como ahora negocia Podemos con Susana; el electoralismo de usar los cargos públicos para agentes de campaña, como esa delegada de la Junta grabada advirtiendo a su equipo del riesgo para sus empleos si no ganan; el electoralismo colocando ahí a gente de carnet, como 'el marido de la Loli es de fiar'... Ayer mismo, cuando los alcaldes terminaban de cortar cintas inaugurando incluso cosas que ya existían, Rajoy devolvió la atención sanitaria a casi un millón de inmigrantes. ¿Tres años para entender el error? No, más simple: un guiño a los inmigrantes con papeles que votan en las municipales. Así va todo.

Tal vez el político ha llegado a creer que vale todo para ganar, ganar y ganar, según la receta de 'el Sabio de Hortaleza'. Al menos al votante le queda la opción moral de no votarle.

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