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CARTA DEL DIRECTOR

Pasión a la andaluza

Manuel Castillo

Domingo, 29 de marzo 2015, 12:35

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Se le pueden dar todas las vueltas que se quiera, pero la realidad, para alegría de unos y enfado de otros, es que la candidata del PSOE, Susana Díaz, fue la vencedora de las elecciones andaluzas. Es verdad que no lo hizo con la holgura suficiente como para gobernar sin apoyos, pero es que las mayorías absolutas se han terminado en este país por mucho tiempo. Los políticos, y los mismos ciudadanos, deberán acostumbrarse a hablar, a pactar, a dialogar y, finalmente, a ponerse de acuerdo. Pero no una sola vez que valga para cuatro años, sino muchas veces y para muchas cosas.

Y parece que la voz de los ciudadanos no termina de escucharse con claridad. A pesar de todo lo ocurrido en los últimos meses. Tiene razón el presidente de la CEA, Javier González de Lara, cuando dice que no se entendería en Andalucía que se llegase a unas nuevas elecciones por la falta de acuerdo para la investidura de Díaz como presidenta. Tampoco se entendería que, más allá del lógico juego político, las diferentes formaciones -incluso el PSOE- utilicen Andalucía como herramienta para sus estrategias en las próximas elecciones generales o municipales, hasta el punto de colocar al Parlamento en un atolladero, precisamente en un año, 2015, con previsiones de crecimiento y recuperación. También los hay a los que les gustaría que todo esto acabara en otras elecciones dentro de unos meses, en lo que podría ser un bucle electoral de efectos imprevisibles.

No cabe duda de que Andalucía está inmersa en su particular semana de pasión en la que Susana Díaz deberá tener un papel de liderazgo que trascienda al 'aquí mando yo', porque resulta que las urnas han dicho que ella manda, pero no lo suficiente como para hacer lo que crea conveniente. Y ahí está la clave. Díaz comenzó su relato post 22M aludiendo a que eran momentos para unir, «para coser», dijo. Pero unas horas después de esa invitación al diálogo anunció que iba a gobernar en solitario, dando la impresión de un punto de soberbia que colocaba al resto de los partidos en una situación delicada frente a sus votantes. Puede ser que fuese parte de su estrategia, de poner las reglas antes de comenzar la ronda de negociaciones, pero lo cierto es que dejó poco margen de maniobra.

Podemos y Ciudadanos le han pedido la cabeza política de Chaves y Griñán en una bandeja. Y salvo que el Supremo ande rápido en la imputación o no de ambos expresidentes de la Junta, Díaz está sometida a su propio compromiso de no pedir la dimisión de ambos si no son imputados de un delito.

El PSOE juega estos días en un circo con tres pistas. En una, haciendo malabarismos con Podemos con la confianza de un posible apoyo; en otra con el PP, esperando un gesto del compañero del bipartidismo, y en la tercera, con Ciudadanos, claramente en clave de elecciones generales. Díaz vuelve a jugar la baza de su liderazgo personal, lanzando el mensaje de que si hubiese nuevas elecciones ella arrasaría, mientras que el resto de candidatos hace cábalas para medir lo que más le interesa. Es decir, todo muy tradicional. Ellos, todos, porque Podemos y Ciudadanos ya son ellos también, a lo suyo y los ciudadanos atónitos porque en todos estos días se vuelve a tener la sensación de que no se ha entendido el mensaje, que no es otro que pedirle que se pongan a trabajar para mejorar las condiciones de vida de los ciudadanos andaluces. Sin pulsos ni estrategias partidistas. Y ponerse a gobernar, y ponerse a hacer oposición, y ponerse de acuerdo, que es lo que exigieron las urnas. Sin chantajes y sin soberbia. Ni de unos ni de otros.

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