Borrar
LA ROTONDA

Condenados al paro

Ignacio Lillo

Miércoles, 4 de marzo 2015, 12:23

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

Los amigos de la Junta han debido de creerse la patraña aquella, que por mucho repetirla se volvió un lugar común, irracional y acríticamente aceptado, de que las últimas son las generaciones mejor preparadas de la Historia. Por esta máxima, la gran mayoría deben ser técnicos, ingenieros, licenciados varios, cocineros, electricistas, carpinteros, mecánicos, maestros albañiles y expertos en hacer cualquier cosa productiva. De tal manera que ya somos europeos de la Europa 'güena' y no hacen falta ni escuelas taller, ni cursos, ni centros como La Cónsula (ay, La Cónsula). Casi todo el mundo está sobradamente formado para fichar ya por una empresa, o para montar la suya propia (jóvenes emprendedores, que los llaman).

La realidad es bien distinta, al menos para los que estamos sobre el terreno, día a día, con todas sus fatiguitas. Las estadísticas, a las que se les puede dar muchas vueltas pero que, al final, son siempre tozudas, dictan que la provincia ha empezado el llamado «año de la recuperación» con 196.660 parados registrados en las oficinas del Servicio Andaluz de Empleo. Sólo es el 30% de la población activa. Fueron más, pero los que están de verdad preparados ya han conseguido un empleo; se lo han montado por su cuenta o han emigrado. Los números, que son así de aguafiestas, dicen más cosas, entre ellas, que hay una correlación evidente entre los desempleados de larga duración y el bajo nivel formativo. ¿Bajo? ¿Pero no hemos quedado en que esta era la generación gloriosa? Unos 85.000 malagueños arrastran más de un año de antigüedad en el Inem y casi la mitad de ellos no tiene ni siquiera el título de la ESO.

En definitiva, al menos 40.000 malagueños, muchos de ellos jóvenes que dejaron los estudios básicos para echarse en brazos del maná de la obra y el trabajo fácil, carecen ahora de la cualificación mínima que demanda un mercado laboral altamente competitivo y especializado. En otros casos, aunque con cierta base formativa, se ven incapaces de reciclarse de una forma accesible y gratuita. Para eso se diseñó el dilapidado plan de formación profesional para el empleo, que agoniza, asediado por los casos de corrupción y las maltrechas cuentas autonómicas. Trabajadores que necesitan un empujón para iniciar una nueva vida, condenados a seguir en el corredor del SAE.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios