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CITA EN EL SUR

La Casa Invisible

No toda la oferta cultural ha de interesarnos, y no por ellos ha de prohibirse

Pablo Aranda

Sábado, 27 de diciembre 2014, 12:18

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La Casa Invisible ha ganado visibilidad estos días, curiosamente cuando pretendían hacerla desaparecer. La Casa Invisible es un edificio de calle Nosquera que fue ocupado hace siete años cuando se encontraba en estado de abandono. Dicen que el Ayuntamiento pretendía entonces reformarlo, dividirlo en módulos y darle un uso cultural, pero se le adelantó un grupo de ciudadanos que ha ido creciendo y haciendo visible el edificio a la ciudad. Es punto de encuentro de diferentes asociaciones, sede de exposiciones y de actividades culturales, generalmente alternativas, que no suelen tener cabida en otro tipo de espacios culturales. Su invisibilidad es contradictoria, pues es de sobras conocida en la red cultural y social alternativa de toda España, y suele citarse como buen ejemplo de autogestión. No es el único caso de ocupación cultural en Málaga. El casi ex museo de las Gemas, que supuso un desembolso mucho mayor de dinero público, que sólo abrió un día y fue para mostrar el espacio vacío, una no instalación que constituía un espejo, un mal ejemplo de gestión, el casi ex museo contó con ocupas: los directivos de Art Natura que dispusieron de apartamentos de lujo en el edificio del museo. Al ayuntamiento les costó echarlos, pero al final consiguió que los educados inquilinos tomaran el dinero y corrieran. El caso de La Casa es diferente: los inquilinos no sólo no se han ido sino que después de entrar dejaron las puertas abiertas. En Málaga tenemos una oferta cultural interesante, amplia. El Museo Picasso, el gran Festival de Cine, el Museo Carmen Thyssen, la Casa Natal de Picasso, el Centro de Arte Contemporáneo, La Térmica, y más, y lo que viene (el esperado Pompidou, el Museo Ruso, el Museo de la Aduana), y todos ellos son gestionados con fondos públicos. La ciudad es un pacto de tribus, escribió Carlos Fuentes, y en la ciudad civilizada debe haber sitio para todas aquellas tribus que la integran, sobre todo si la hacen crecer. No toda la oferta cultural ha de interesarnos, y no por ellos ha de prohibirse. La oferta, si es amplia, llegará a más ciudadanos. Si se cerrase La Casa Invisible definitivamente, si se demoliese y se levantase de nuevo el edificio, si se pusiese en venta, posiblemente sería comprado por una mega franquicia que abriría un comercio similar al de otras ciudades cuyos centros van igualándose, desplazando y deslocalizando la esencia de las ciudades, un peligro en el que Málaga está cayendo. ¿Sería esa la solución?

Los gestores de La Casa han colaborado con los de La Casona. No sólo han permitido las inspecciones (algo obvio, claro) sino que tienen pruebas de que llevan años solicitándolas, y se han mostrado conformes a acometer las mejoras que señalan los informes técnicos. Todo un ejemplo de convivencia (por ambas partes). El 24 de diciembre fueron desalojados y el edificio se cerró porque un informe de bomberos alertaba de riesgo de incendio si no se realizaban reparaciones en la red eléctrica. Aunque el informe es claro, también es lógico que se sospeche de que se desaloje justo ahora que crece el movimiento Ganemos Málaga, vinculado a colectivos que trabajan en La Casa Invisible. El informe aconseja no realizar actividades de libre concurrencia, y desde La Casa Invisible anuncian que no se realizarán hasta que se hagan esas reparaciones. Hay un patio con entrada independiente que sí puede usarse. Ojalá todo quede en una buena excusa para que nos enteremos de que en el corazón de nuestra ciudad existe un espacio alternativo que funciona adecuadamente y que contribuye a situarnos en el mapa, esa referencia que suele usarse con orgullo. La Casa Invisible, hoy, es más visible, más nuestra. Cuidémosla.

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