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CITA EN EL SUR

La copa

Tras la cena de Navidad, los trabajadores deberían compartir taxi, para no provocar accidentes

Pablo Aranda

Sábado, 20 de diciembre 2014, 12:32

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Los que aún trabajan se reúnen estos días con sus compañeros en restaurantes que suben los precios y, vestidos de domingo, beben y beben y vuelven a beber. A los incautos los espera la policía local en la siguiente rotonda y les dice sople y sople y vuelva a soplar. La policía no es tonta: ve a un conductor con los ojos rojos, el parabrisas empañado del vaho de la ginebra, haciendo eses, y sabe que ha bebido. Por eso ha coordinado sus dispositivos por toda la red de carreteras del Estado, que no puede conducir por nosotros (ah, Aznar, qué tiempos), para que las zonas limítrofes no libren de la pena penita pena a conductores que son muy listos, aunque las neuronas las tengan surfeando olas de Pajarete. Qué mamones, se quejaba un hombre en la barra del bar al leer la noticia. Pero los mamones son los otros, los que maman y después se suben al coche y que Dios nos pille cruzados, porque cada año por estas fechas, y por otras, conductores ebrios atropellan y atropellan y vuelven a atropellar a gente que sólo estaba allí, sin el don de la omnipresencia, como el pequeño Nicolás, sólo podían estar en un sitio y el coche es una aventura ambigua, un arma de doble filo, el envoltorio del rey de copas, a ver quiénes son entonces los mamones. Curiosamente, bajo la noticia de los controles de alcoholemia aparecía en la portada de ayer el siguiente titular: «El Málaga saborea la copa». Ya te digo. El problema no es beberse todo lo bebible, sino convertir después tu coche en un arma de destrucción más iva: porque aunque no atropelles, con tanto control, de la multa no te salva ni San Cristóbal, patrón de los conductores. Perlita de Huelva (y no me refiero a Fátima Báñez, que es la matrona de los trabajadores, tan unidos en la cena) también se ha preocupado largamente de nosotros, y nos dio una canción: «Precaución, amigo conductor». Cómo han cambiado las cenas de empresa. Se sigue bebiendo, claro, pero ya apenas hay cestas. Como nos descuidemos ya mismo el jefe pasará el cepillo.

Pero el necesario plan, aunque fastidie, no es sólo provincial sino nacional, y tiene hasta sus puertas giratorias: el jefe de los antidisturbios del País Vasco ha sido detenido por triplicar la tasa de alcoholemia. Además, este hombre acostumbrado a las porras navideñas, circulaba en sentido contrario, creyendo que era el camino más corto. No sé si los policías que lo detuvieron sabían que era compañero, tal vez lo dijo pero no se le entendió (los borrachos navideños hablan como si tuvieran un mantecado en la boca), pero lo más probable es que lo hubieran detenido de todas formas. A lo mejor es que tenemos demasiados kilómetros de carreteras, y como encima hay menos coches cabemos a más kilómetros por barba, y el pobre policía no entendió la señal. El mando policial ha sido relevado de sus funciones, pero es que él podía haber relevado de las suyas, las vitales, a cualquier conductor que manejase en sentido contrario. Aquí en Málaga, en un control de una hora cayeron ayer seis conductores que habían consumido droga. La DGT debería contratar al adolescente que se hizo pasar por policía y obligó a un hombre a realizar dos días de prestación de servicios en beneficios de la comunidad. En los circuitos de Fórmula 1 están permitidas ciertas barbaridades. Que se lo digan a Camps, acusado de malversación por la adjudicación del Gran Premio de Valencia. Tras la cena de Navidad, los trabajadores deberían compartir taxi, para no provocar accidentes. Es que hay que proteger a una de las especies en peligro de extinción: los trabajadores.

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