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MIRANDO AL MAR

Los conciertos del estadio

Parecía que no iba a haber límite en el prestigio de los intérpretes contratados, pero todo tiene su tiempo y éste acabó

JOSÉ MANUEL BERMUDO

Jueves, 27 de noviembre 2014, 12:55

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EL estadio municipal de Marbella fue durante varios años un punto de referencia de los aficionados a la música que perseguían ver a sus grandes ídolos en directo. Sobre todo en verano llegaron a reunirse en este recinto algunas estrellas de primera linea mundial que en algunos casos iniciaban en esta ciudad su gira europea.

Casi todo el mundo recuerda, principalmente, la actuación de Michael Jackson, que despertó una enorme expectación en todo el país porque, además de ofrecer en este escenario su primera actuación, su estancia en la ciudad propició toda clase de elementos para generar las crónicas más variopintas. Además, la muerte del artista en el año 2009, volvió a revitalizar las imágenes de su espectáculo, porque sólo en Marbella se pudo grabar con tanta extensión, gracias a los edificios cercanos al campo de fútbol que alojaron a los reporteros del momento.

Pero el primer gran concierto que utilizó estas instalaciones deportivas fue el de Stevie Wonder, del que ahora se cumplen treinta años, aunque a muchos nos parezca más cercano en el tiempo. Él fue quien inició un ciclo que fue brillante en el tiempo, como Liza Minnelli fue la primera gran artista (diez años antes, como recordábamos recientemente en esta columna) que marcó tendencia en la Costa del Sol. Un día, aquellos que se habían atrevido a hacerlo a lo grande desaparecieron. Otros quisieron intentarlo después, quizás con otro estilo, sin tener éxito.

Philippe Bolus y Gay Mercader fueron dos de los nombres ligados a las empresas que proyectaron los conciertos, junto a otros entendidos en la materia, algunos de ellos locales, que colaboraron e incluso arriesgaron en la organización. Hace ahora treinta años que el anuncio de un ciclo de conciertos que abría el gran Stevie Wonder levantó ciertas sospechas en los ambientes musicales tradicionales, que veían con cierto escepticismo un proyecto de este tipo. De hecho, algunas crónicas previas realizadas desde la capital de España auguraban con antelación el fracaso para los empresarios que habían 'osado' salirse de los circuitos habituales.

Los agoreros no creían que el estadio pudiera llenarse con entradas de dos mil pesetas para el césped (12 euros actuales) y cuatro mil quinientas para las gradas ( 27 euros), pero lo cierto es que la afluencia de público fue magnífica. Los resultados económicos concretos solamente los sabrán los empresarios pero lo cierto es que repitieron numerosas veces e hicieron del estadio un punto de encuentro musical que terminó por convertirse en un clásico.

La relación de artistas de primer nivel que después actuaron en esta estadio es de gran categoría. Recordemos a 'Queen', con un Freddy Mercury que se empeño en sobrepasar ampliamente las dos horas de actuación; Elton John, sólo con su piano; Rod Stewar, que actuó en un mes de octubre, pasada ya la temporada alta, y cosechó un enorme éxito. Y Dire Straits, Prince, Julio Iglesias, Luis Miguel, Tina Turner... Parecía que no iba a haber límite en el prestigio de los intérpretes contratados, pero todo tiene su tiempo y éste acabó dejando un sabroso capítulo para la historia.

Aquellas iniciativas musicales han tenido, años después, una continuación en otras actividades que también han convocado a los protagonistas musicales del momento, y me refiero al Starlite Festival, que se ha venido celebrando los últimos veranos en la cantera de Nagüeles con una gran respuesta de público. Son otros escenarios y otros métodos empresariales para los nuevos tiempos.

Aún hoy resuenan en el Estadio Municipal de Fútbol de Marbella las notas del I just call to say I love you , esa misma canción que coreaban en las afueras del complejo deportivo todos aquellas personas que no habían accedido al mismo aquel día de hace tres décadas, pero que sacaron sus sillas de anea a la calle, a las puertas de sus casas, al más viejo estilo andaluz, para seguir el magnífico sonido que les llegaba. Treinta años no son nada.

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