Otro amor

Mi familia nunca compartió mi afición al fútbol. Era un bicho raro en mi propia casa. ¿A quién habrá salido?, se preguntaban extrañados. Hasta que descubrí que los raros eran ellos. El fútbol siempre ha sido el opio del pueblo, pero actualmente ningún hincha oculta su entusiasmo. Albert Camus hizo unas declaraciones a la revista 'France Football' que a los intelectuales amantes del fútbol les salvó la vida: «Después de muchos años en los que el mundo me ha permitido tener muchas experiencias, lo que sé con más certeza respecto a la moralidad y a las obligaciones se lo debo al fútbol». He de confesar que el fútbol me ha permitido descubrir la auténtica fidelidad. Los que aman un club no cambian de chaqueta ni de pareja deportiva como suele ocurrir en las relaciones políticas y sentimentales. Hay miles de separaciones matrimoniales; sin embargo, pocos aficionados son infieles al club de sus amores, con el que establecen una relación monógama a prueba de bombas. Los aficionados son fieles en las temporadas prósperas y adversas, en la salud y en la enfermedad, y ni siquiera la muerte los separa. Las cenizas de los aficionados permanecen eternamente en el columbario de algunos estadios. Las relaciones también pasan por momentos delicados, pero las crisis refuerzan ese profundo vínculo. Al llegar el verano los encuentros se suspenden hasta finales de agosto. Un periodo difícil de soportar, pero jamás se producen engaños ni traiciones. Hasta que, por fin, llega el feliz reencuentro.

Mi familia eligió las relaciones sentimentales con las personas queridas mientras que yo me curé en salud y volqué la pasión en un club de fútbol que me ha regalado temporadas gloriosas que eclipsan los periodos desagradables; porque, como sucede en tantas relaciones íntimas, también en el fútbol existe el tercero en discordia.