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LA ROTONDA

Un alma libre

José Vicente Astorga

Viernes, 21 de noviembre 2014, 12:40

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Sólo el hecho de sentirse un personaje cercano y popular pudiendo ensayar las distancias con solo abrir el armario de títulos nobiliarios ya habla del material del que estaba hecha. La duquesa de Alba decía que la vida rutinaria era muy aburrida y a partir de ahí construyó un personaje cuya heterodoxia le iba como un guante. Con el paso de los años acabó por construir un arquetipo excéntrico de mujer libre hasta el último día. Se propuso y lo consiguió ser una elegida siempre en reconversión. Rica, famosa, sensible y firme, se movía en los últimos años con un idioma propio entre la guasa y la deficiencia fonadora, un estilo sin otra escuela que su albedrío 'naif' y el ir y venir de esa movilidad reducida que no le impedía, sin embargo, andar por todos sitios huyendo del mocito feliz. Hay que tener un carácter especial para gobernar 'hijos difíciles' que la hubieran preferido tomando sopitas y también para despertar simpatía a cántaros cuando se ha nacido en un exoplaneta donde no existe el fin de mes, se tienen nombres y apellidos que no caben en una esquela y los recibos del IBI de palacios y fincas necesitan de una camioneta. Se va la última aristócrata sin coraza, una disfrutona mortal que parecía inmorible y que deja su fabulosa y pactada herencia al escrutinio de Cristóbal Montoro, mientras la prensa rosa se entrega a su taxidermia vital y a la de su entorno. El destino ha querido que en su último viaje brindara un escudo humano a Pantoja, convertida en segundo plato mediático aun a riesgo de trastornos bipolares en una audiencia indecisa entre el adiós a una aristócrata maja y el hasta luego a la tonadillera entre rejas.

Como a Bukowski, a la mayoría de los que esperamos la magia del anuncio de la lotería, nos sorprenden las cosas que hemos de hacer para comer, dormir bajo techo y vestirnos. Para Cayetana, eso era un mundo ajeno. No basta con ser rico de cuna para una vida valiente tan vivida. Era un alma libre y su día a día lo ha marcado una lista de la compra en busca de emociones sin mirarles la etiqueta y el precio. No se dedicó sólo a preservar fortuna familiar y un patrimonio histórico de valor extraordinario. Latifundista y 'hippy', la respuesta que deja escrita en el viento es la de quien ha sabido vivir con mente abierta y también morir en casa propia, ese último gesto de normalidad reservado sobre todo cuando hay aristocracia de afectos incluso en una VPO.

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