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LA ROTONDA

Triste veroño

Ignacio Lillo

Miércoles, 5 de noviembre 2014, 12:45

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Le hemos puesto al fenómeno un nombre simpático, casi infantil, de sonoridad italiana. El veroño ha dejado estampas inéditas, muy oportunas para vender la Costa del Sol como destino turístico de clima ideal. La de esos bañistas en las playas a las puertas de noviembre es impagable; aunque personalmente me quedo con la imagen descrita por mi compañero Antonio Márquez, quien con ojo sabio de buen observador describió al biznaguero que dejaba que el aroma de los jazmines se mezclara con el de las castañas por las calles de Málaga.

Nunca antes en la historia se habían alcanzado los 37 grados y medio a finales de octubre, en un otoño que está en serio peligro de extinción. Los meteorólogos no se cansan de repetir, para quien les quiera escuchar, que cada año que pasa la temperatura general es más alta, y sin ir más lejos en los últimos meses se han batido varios récords.

Todo eso, visto a corto plazo es muy bonito, pero no está bien para las siguientes generaciones. Se podría decir que el veroño es como esa calma que antecede a la tempestad; como esas olas que se retiran mar adentro minutos antes de que un tsunami lo arrase todo. El Cielo se está comportando en estas latitudes con clemencia, pues lo que aquí es un aviso dulce se manifiesta en otros lugares en forma de inundaciones catastróficas, cosechas perdidas, plagas y tornados; desastres naturales cada vez más frecuentes que tienen repercusiones globales.

Ha coincidido el veroño en Málaga con la presentación en Copenhague -donde tampoco el frío ya es el que era- del Panel Científico para el Cambio Climático de Naciones Unidas, un informe elaborado por más de 800 investigadores durante 13 meses que no deja lugar a la duda interesada de los interesados escépticos. Y dice, ni más ni menos, que la influencia del ser humano sobre el clima es clara y está creciendo, y sus impactos pueden notarse ya en todos los continentes. Si seguimos sin hacer nada, el cambio climático, el calentamiento global aumentará las probabilidades de sufrir daños muy graves, generalizados e irreversibles.

A pesar de las serias advertencias, los científicos coinciden en que todavía hay esperanza, siempre que exista voluntad de cambio de los gobiernos y, sobre todo, de sus ciudadanos, que tendrán que hacer sacrificios y muchos no estarán dispuestos. Mientras se lo piensan, procuren no atragantarse con las castañas de este triste veroño.

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