Malaspina
ALFREDO TAJÁN
Viernes, 31 de octubre 2014, 12:56
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ALFREDO TAJÁN
Viernes, 31 de octubre 2014, 12:56
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En la sala de exposiciones del Rectorado puede verse la muestra titulada 'Un mar de datos', testimonio gráfico -una docena de paneles y varios dibujos primorosos- de la expedición que realizaron los buques científicos españoles 'Hespérides' y 'Sarmiento de Gamboa' en 2010 y que abarcó medio mundo: desde el sur de nuestra península al Estrecho de Magallanes, costa pacífica, Alaska, la Polinesia, Australia y el Lejano Oriente, donde se investigó el cambio global y la biodiversidad de los océanos. Esta expedición siguió el recorrido que, entre los años 1789 a 1794, había realizado el marino italiano al servicio de la corona española Alejandro Malaspina (1754-1809), acompañado por José Bustamante, y por la flor y nata de los científicos y dibujantes españoles, último esplendor borbónico, del final de reinado de Carlos III y el comienzo del de Carlos IV. Lo cierto es que Carlos IV sufragó esta expedición político-científica que quería emular otros viajes como el del capitán Cook, Bouganville y La Pérouse.
La expedición de Malaspina fue apasionante. Durante cinco años visitaron los confines de las colonias hispanas: el virreinato del Río de la Plata, Montevideo, Sacramento y Buenos Aires, Islas Malvinas, Valparaíso, Santiago de Chile, llegando hasta Alaska -allí existe un glaciar bautizado con su nombre-, cruzaron el Pacífico, visitaron Australia y retornaron a España haciendo acopio de una ingente cantidad de material científico e histórico, dibujos de extrañas especies marinas, de ciudades desconocidas en Europa, se redescubrieron zonas geográficas, se reunieron treinta y cuatro cartas cartográficas, se redistribuyó el mapa mundial. Desgraciadamente al regresar a España el marino italiano transmitió un informe al rey en el que proponía que se concediera una amplia autonomía a las colonias españolas y criticó duramente la gestión de las mismas por las autoridades metropolitanas. El omnipresente Manuel de Godoy no lo toleró, encarceló a Malaspina en La Coruña durante unos años y luego lo deportó a Italia. Como siempre España paga con hiel y apartamiento a sus pensadores críticos y hombres ilustres. «Quietud significa muerte -escribió Malaspina- y viajar significa liberación»: viajar, conocer, vivir.
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