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LA ROTONDA

Populistas

Héctor Barbotta

Jueves, 18 de septiembre 2014, 12:56

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No hay como que se ponga de moda un tema como para que los expertos broten como las setas en otoño. Especialmente en las tertulias televisivas. Si toca elección de Papa, salen los expertos en cónclaves y vaticanistas; si el Estado Islámico aterroriza a Occidente, los expertos se transforman en analistas avezados de las diferentes ramas del Islam; si muere un banquero, el conocimiento parece ser profundo en estrategia financiera.

No habría nada que objetar si para cada asunto se convocara a verdaderos expertos que ilustraran al personal y dieran elementos para opinar con fundamento, pero la sospecha de fraude se transforma en certeza cuando se ve siempre a los mismos opinando de todo.

Ahora el tema es el populismo, y acusar de populista a unos y a otros se ha transformado casi en una moda. Se utiliza populista como sinónimo de político que propone soluciones inviables, que engaña a su parroquia a sabiendas, que dice lo que la gente quiere escuchar. Habría que convenir que con estas tres premisas no hay político sobre la tierra, al menos sobre esta tierra, que aspirara con razón a salir indemne de la terrible acusación de populista.

Pero basta con comenzar a documentarse para saber que hasta el momento todos los intentos de la ciencia política para acercarse a una definición inequívoca de lo que es el populismo que pudiera usarse como referencia ideológica han fracasado, y que el concepto se acerca sobre todo a una cuestión de formas

Y las formas -con la demagogia, la irresponsabilidad, el desprecio de los derechos ciudadanos y el culto a la personalidad- nos revelan que no necesitamos irnos hasta el Caribe (una geografía sobre la que, debe advertirse, tampoco abundan los expertos) para encontrar ejemplos de lo que en teoría denostamos.

Si hay un aspecto del populismo al que aquí somos particularmente aficionados es el culto a la personalidad, y esta querencia va incluso más allá de la política. Hasta hace poco se creía que no hay como morirse para que a uno lo llenen de elogios, pero en los últimos días hemos visto, tras un par de fallecidos ilustres en el mundo de la empresa, que para que a uno lo adulen, mejor que morirse es heredar al muerto. Criticar el nepotismo está fuera dela agenda.

Parecía que con esos dos episodios se había alcanzado el cénit, pero la semana de la adulación tuvo su corolario apoteósico el domingo, con el sonrojante mítin que el socialismo andaluz organizó en Sevilla para celebrar no el más reciente de sus 32 años en el Gobierno autonómico, sino el primero de la amada lideresa, como si los 31 anteriores no hubiesen existido. Allí se dieron suficientes argumentos como para desmentir a quienes creen que no es posible disfrazar un concurso de loas y lisonjas de acto político sin que a los responsables se les caiga la cara de vergüenza. Esto lo monta Maduro en Venezuela y tenemos para tres telediarios y varias tertulias

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