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EL MIRADOR

García Urbano por ejemplo

Entre la hastiada decepción por la casta ventajista, hay que seguir creyendo en la regeneración

Teodoro León Gross

Martes, 16 de septiembre 2014, 12:53

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Cada vez se hace más difícil resistir la tentación de demonizar toda la política. La idea de casta se ha extendido como una marea de chapapote moral que contamina la vida pública. Es el combustible del descontento que, como retrata el CIS, nutre el tirón de Podemos o el instinto colectivo de ¡jodamos! Pero contra la fatalidad, hay que reivindicar el mínimo de 'no todos los políticos son iguales'. Como sostiene Savater, «política es una forma de hacer, no una forma de ser». Este fin de semana, en la foto de familia de esos alcaldes del PP cargados de años en el machito y de mentiras, también había tipos decentes sólo con un mandato y gestiones sensatas, como Nozal en Mijas o García Urbano en Estepona. Habrá que poner los focos también ahí. Lejos del perfil canónico de apparatchik al uso, maniobreros destetados en las juventudes del partido que alcanzan el rango de funcionarios vitalicios, García Urbano es un notario, registrador de la Propiedad, abogado de Estado, que ha decidido dedicar ocho años a su pueblo.

El alcalde de Estepona a menudo suele ir con su padre, un modesto comerciante de Coín. Como los asistentes de aquellos emperadores romanos que, al llegar victoriosos, le repetían al oído «recuerda que eres mortal», su padre parece servirle de atadura a la realidad. Va de suyo que alterna con la fauna del 'triángulo de oro' entre Marbella y Benahavís, ese biotopo irreal del pijerío, y como notario ha tenido en su oficina a lo peorcito de cada casa, pero ha pasado todos los escrutinios. En los tres primeros meses, el plazo fijado por Roossevelt para dar la medida, se examinó ante los ciudadanos: de sus cien promesas, había activado treinta. A los tres años, ha auditado su programa para demostrar que cumplirá. Ha sido nominado al Premio Nacional Pablo de Tarso 2013 como 'Mejor alcalde de España', y eso tras echarle pelotas con un ERE impopular de cientos de empleados bajo un argumento: 'los impuestos de la gente no pueden pagar el lastre de los enchufados'. Él confesaba, en la intimidad, que le partía el alma pero mandaba el interés general.

Es un tipo de aúpa, aunque, claro está, no a salvo de ramalazos rancios. En la Complutense era campeón de ajedrez, capaz de jugar decenas de simultáneas de memoria sin perder, y se le nota. Con el doblete de Notaría y Registro fue el letrado más joven de la historia; pero ha hecho exactamente la hoja de ruta contraria a la recomendación de Franco de «no se meta usted en política». En 2010, en lo peor de la crisis, se ofreció al partido. Desde su llegada, no hay más deuda -ha publicado la certificación de la Agencia Tributaria- y el pueblo bulle. No hace falta un currículum así para creer en la política, claro, ni renunciar al sueldo, pero desde luego es un caso al que enfocar. Entre la hastiada decepción por la casta ventajista, hay que seguir creyendo en la regeneración. No es casta todo lo que reluce.

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