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De nuevo, un juez

Habrá quien cegado por los colores le llame de todo, incluso secuaz de una conjura contra el Barça

LORENZO SILVA

Miércoles, 30 de julio 2014, 00:44

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Lacerados una y otra vez por la decepción, a los españoles tan solo acude de vez en cuando algún juez a persuadirnos de que otro país y otro sentido de lo público son posibles. En este caso, se trata de un señor que se llama Manuel Alcover, a quien prácticamente nadie tenía el gusto de conocer anteayer, y que ayer resolvió que se continúen las actuaciones por fraude fiscal, en calidad de imputado, contra Lionel Andrés Messi Cuccitini, cuyo débito con la hacienda pública española eludió en su día por importe de varios millones de euros mediante la interposición de una trama societaria destinada a ocultar al fisco los rendimientos que obtenía por la explotación de su imagen.

En su día, y ante el juez, el señor Messi expuso que de todos los asuntos de la plata se ocupaba su papá, con lo que pretendió quedar exonerado de toda responsabilidad penal por el fraude. A muchos de los que lo leímos y somos, como el jugador, mayores de edad, la frase nos llevó a alzar las cejas y a preguntarnos por un instante si colaría frente a quien examinara nuestras cuentas tributarias la excusa de que nuestros padres nos llevan los dineros y cualquier desaguisado es sólo culpa suya. Si en definitiva, es posible firmar documentos con trascendencia económica y fiscal, incluidas declaraciones tributarias, y sacudirse el marrón diciendo que uno no sabía lo que firmaba.

Todos nos respondimos que no, que eso no se le admitiría a un ciudadano normal y corriente, que ni siquiera se le debería admitir al ciudadano Messi, por muy bueno que sea con la pelota entre las piernas y por muchos que sean quienes lo idolatran en esa capacidad. Sin embargo, he aquí que el fiscal del caso le compró al astro argentino la teoría de su radical e inocente ignorancia respecto del pastizal que se estaba ahorrando contra la hacienda española, y cargando, por tanto, a los contribuyentes españoles, que debían poner los fondos que él no allegaba.

Menos mal que el abogado del Estado, personado en la causa, pidió que se concediera al argumento del escurridizo millonario el valor que merece, a efectos de sentarse o no en el banquillo y dirimir si ha cometido o no un delito: ninguno. Gracias a su petición, el juez ha podido acordar que se le mantenga como imputado y que se continúen las actuaciones judiciales por los trámites del procedimiento abreviado, colocándolo a las puertas del juicio oral. Habrá quien cegado por los colores le llame de todo, incluso secuaz de una conjura contra el Barça, pero jueces así permiten mantener a la maltrecha ciudadanía alguna esperanza de que la ley no sea papel mojado frente a los poderosos y sólo efectiva frente a quien no tiene quien le defienda.

Esperemos, por bien de la democracia, que sea ante un juez así ante quien deba explicarse don Jordi Pujol i Soley.

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