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Ya nada será lo mismo

Manuel Castillo

Miércoles, 21 de mayo 2014, 13:05

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Ya nada será lo mismo en este matrimonio entre el PSOE e Izquierda Unida en el Gobierno de Andalucía. Después de tirarse los trastos a la cabeza durante 72 horas, ambas partes recogen los restos de un naufragio momentáneo. O temporal. Porque en esta bronca, quizá como en todas, no hay un claro vencedor. Y tampoco un claro perdedor. Tanto la presidenta de la Junta, Susana Díaz, como la coalición de izquierdas salen magullados de esta batalla que surgió inesperadamente y que a punto ha estado de hacer saltar por los aires este pacto de gobierno que ahora ya parece momentáneo. O temporal.

Al final ambas partes han tenido que ceder para recomponer una situación que, les guste o no, les ha estallado en las manos y, lo peor de todo, ha sembrado la semilla de la discordia y la desconfianza entre ambas formaciones. Susana Díaz dio al principio una imagen de firmeza, hasta el punto de que en las tertulias madrileñas, en las que la realidad andaluza siempre se ve desde lejos, difuminada por la lejanía, se la elogió reiteradamente desde la izquierda y la derecha por su golpe de autoridad en defensa de la legalidad y, según decían algunos, por poner a IU en su sitio. Aquí, más de cerca y desde la perspectiva regional, se podían observar algunas aristas. Más que un golpe de autoridad, Susana Díaz dio un golpe en la mesa sin calcular ni los efectos ni la posible reacción de un socio reconvertido en oponente que se mueve con facilidad y oficio en el cuerpo a cuerpo marrullero.

Un decreto le hizo ganar elogios como mujer de Estado y con carácter y otro decreto, 24 horas después, sembró dudas y críticas. Lo que uno le dio otro se lo quitó. Su órdago fue tan contundente que cualquier paso atrás se podía entender, como así ha sido, como una rectificación, como una cesión, como una capitulación. Lo que era autoridad ahora se podía entender como un calentón. El resultado es que Izquierda Unida sigue en su sitio, que ocho familias siguen realojadas, temporalmente pero realojadas tras saltarse la lista de espera, y que la estabilidad política que Susana Díaz había construido con habilidad durante meses se ha resquebrajado en sólo un par de noches. Ahora la cuestión es saber cuántos meses durará este pacto. Si la crisis de la Corrala Utopía hubiese saltado en otoño, quizás Díaz habría aguantado el pulso hasta el final. Incluso hasta el final del pacto.

Izquierda Unida aguantó el órdago jaleada por su rama más radical, con Maíllo, Cayo Lara y el propio Anguita enarbolando la bandera de su dignidad y azuzando el fuego se quemase quien se quemase. Y en ese terreno de juego son imbatibles porque juegan como si no tuvieran nada que perder. La coalición, eso sí, se ha partido en dos porque ni Valderas ni el consejero Rodríguez eran partidarios de dilapidar la imagen de partido con capacidad y sensatez de Gobierno. Es posible que IU se haya reforzado entre sus bases, pero a costa de alejarse de la izquierda moderada, que también vota.

La realidad es que en esta primera discusión han sacado tanto armamento pesado que todo hace indicar que tras la próxima no habrá próxima. Y todo ello sin que sean públicos los piropos que se lanzan unos y otros en privado, porque si fuese así no existiría mañana en este pacto. Menos mal que les queda la política y el interés para conseguir que este matrimonio funcione, al menos, por conveniencia.

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