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ADOLFO LORENTE
BRUSELAS
Sábado, 21 de octubre 2017, 00:22
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Llegó el jueves a Bruselas minutos antes de las tres de la tarde. ¿Cataluña? Mariano Rajoy se limitó a saludar y sonreír. Fue un largo día comunitario con el desafío independentista sobrevolando la cumbre comunitaria. Abandonó la UE al filo de la medianoche. ¿Cataluña? Más sonrisas. Más saludos. Ayer, por fin, habló. Lo hizo 27 horas después de confirmarse que el artículo 155 dejaba de ser una amenaza para convertirse, hoy, en una cruda realidad. Por fin habló, vaya que si habló.
Con gesto muy serio, el presidente del Gobierno arremetió con enorme dureza contra el presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, a quien culpó directamente del caos generado en Cataluña. «Hemos llegado al límite», zanjó. Basta. Su tono denotaba hartazgo, enojo e incluso cierta sorpresa porque en el fondo, quizá esperaba que jamás se llegaría a esta situación. Aquí la frase que denota matices de enorme calado: «Esto es el fruto de decisiones irresponsables por parte de algunos dirigentes políticos que en un momento tan importante como este han sido incapaces de estar a la altura de las circunstancias. Esto probablemente con otras personas de similar ideología no hubiera sucedido».
La activación del 155 es terreno ignoto y minado que «no tiene límite temporal», de ahí que Rajoy haya decidido sustentar su discurso sobre dos grandes pilares. El primero y principal, «todas las medidas están pactadas con el PSOE y Ciudadanos». Y el segundo, la Unión Europea está conmigo y fuera de la UE, hace demasiado frío, como evidencia el hecho de que «más de mil empresas» se hayan marchado ya.
«Hemos sido enormemente prudentes, hemos pensado mucho las cosas, lo hemos advertido y avisado, pero no se puede aceptar que un Gobierno incumpla la ley sabiendo que lo está haciendo. El objetivo de las medidas es volver al cumplimiento de la ley. No puede haber una parte del país donde la ley no exista y no se aplique», zanjó. «¡Es que no se pueden hacer peor las cosas! ¡Es que esto no se le ocurre a nadie! Cuando uno se entrega a los extremistas y radicales pasa lo que pasa», censuró casi a modo de desahogo.
Episodios de violencia
La decisión de guardar silencio durante tantas horas provocó que por el camino se encontrase con la dirigente socialista Carmen Calvo anunciando que habrá elecciones autonómicas anticipadas en enero o que entre las medidas negociadas está tomar el control de los Mossos y de TV3. «Permítame que las medidas se anuncien mañana (por hoy) después del Consejo de Ministros», dijo. Preguntado más tarde por la legitimidad democrática de intervenir medios de comunicación públicos, respondió incluso sorprendido: «¿Y quién ha dicho que el Gobierno español vaya a hacer eso?».
Todo el mundo sabe cómo se activa el 155 pero no cómo se llevará a la práctica o cómo se podrá salir de él. He aquí el riesgo. He aquí la red que Rajoy se ha tejido con socialistas y Ciudadanos. El temor está ahí. ¿Provocará más episodios de violencia? Del lado del Gobierno, aclaró que su uso «no presupone el uso de la fuerza ya que es un instrumento recogido en la Constitución que es equiparable al existente en todos los países de la UE». Del lado catalán, dijo esperar «que las autoridades catalanas se comporten de una forma más responsables que en ocasiones precedentes».
El jueves, Rajoy no habló pero logró que Alemania y Francia, el gran eje del club, hablasen por él para cerrar filas en torno a la respuesta constitucional al desafío independentista. También la UE, con Donald Tusk al frente. El 155 ya tiene el aval comunitario con las sabidas coletillas: diálogo y no uso de la fuerza. Bruselas no quiere otro 1-O y Rajoy parece haber entendido el mensaje. Agradeció el «lógico apoyo» recibido y acusó a Puigdemont de «atentar contra los valores fundamentales de la UE, como es el respeto a la ley».
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