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Jóvenes de mañana, mayores de tarde

Decenas de miles de personas se manifiestan en la ciudad condal a favor del referéndum y en contra de la intervención policial

ANDER AZPIROZ

BARCELONA.

Miércoles, 4 de octubre 2017, 00:57

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El independentismo se siente invencible tras el 1-0. Surfea en la cresta de la ola. Dos días después del referéndum y el fallido intento de las Fuerzas de Seguridad del Estado para abortarlo, decenas de miles de partidarios de la secesión tomaron el centro de Barcelona. A la ciudad condal se la vistió con las mejores galas secesionistas, al estilo de grandes citas como la Diada.

El epicentro de las concentraciones fue la Plaza de la Universidad. La elección no fue casualidad, al menos por la mañana, para cuando los estudiantes partidarios de crear la república catalana, uno de los colectivos más movilizados a lo largo de las últimas semanas, convocaron su propia manifestación para mostrar su apoyo a la consulta y condenar la actuación policial. Decenas de miles de personas pusieron de manifiesto que el apoyo juvenil es, hoy por hoy, uno de los mayores tesoros del soberanismo.

La manifestación matinal en el centro de Barcelona transcurrió sin incidencia alguna. No existieron tampoco represalias a los negocios que, pese a la huelga, tuvieron la audacia de abrir sus puertas. Sí hubo advertencias en la estación de tren de Sants, donde piquetes informativos alertaban a quien mantenía sus comercios abiertos de que era jornada de huelga. Avisos para unos y amenazas para otros. En cualquier caso, la cosa no fue a mayores en la mañana barcelonesa. La convivencia primó sobre las diferencias. Ocurrió en el caso de un bar situado en las inmediaciones de la Plaza de la Universidad, que hizo el agosto a cuenta de los bocadillos servidos a chavales ataviados con esteladas. Quien no arriesga no gana, que se suele decir. «Sí, estamos en huelga, la independencia es la independencia y el hambre es el hambre», justificaba en el local uno de los cachorros secesionistas bocadillo de lomo y bacon en mano. Fue engullirlo y salir disparado del local al grito de independenciay con la estelada flotando en el aire al más puro estilo de supermán.

Contrarios a la independencia también protestaron por la intervención policial Varios periodistas fueron evacuados de las cercanías del Parlament por amenazas de muerte

Las proclamas lanzadas dejaron clara la determinación de la cantera del soberanismo, que mantiene que no hay marcha atrás. Los gritos fueron desde el manido «español el que no bote» a los guiños en inglés a la Unión Europea. «893 heridos, ¿Cuántos más hacen falta Europa?» rezaba una pancarta portada por estudiantes para blandir el mejor arma que tiene el independentismo desde el pasado domingo: el victimismo con el que se pretende vencer el recelo internacional.

Los mayores, por la tarde

Con la tarde llegó el turno de la concentración oficial, la de los mayores, que se podría decir. El protagonismo pasó a algunos políticos, entre ellos Ada Colau, que bailó L'estaca de Lluis Llach abrazada a Oriol Junqueras o Gabriel Rufián. La alcaldesa de Barcelona mantiene la incógnita sobre si apoyaría la independencia o no en el caso de un referéndum legal. Si acudió a la Plaza de la Universidad, justificó, fue para defender los derechos civiles y denunciar la supuesta brutalidad policial. Fue este último el motivo que movió también a catalanes contrarios a la independencia. Algunos de ellos ataviados con banderas españolas y catalanas o, incluso, solo con las enseñas nacionales. «No soy independentista, pero estoy aquí por la violencia que hubo el otro día», afirmó en el céntrico Paseo de Gracia Laia Castaño, una estudiante de enfermería de 20 años. La proclamada paz independentista sí sufrió en la tarde un borrón imposible de justificar después de que periodistas de La Sexta fuesen evacuados por los Mossos tras recibir amenazas de muerte.

En medio de la protesta se han quedado atrapados los turistas. Los que menos por no poder visitar o acceder a los monumentos de la ciudad condal. La Sagrada Familia cerró, por ejemplo. Otros se vieron obligados a caminar kilómetros hasta llegar a una zona donde coger un taxi. Pero los que se llevaron la peor parte fueron los que no se pudieron trasladar al aeropuerto a coger sus vuelos.

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