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Marta Rovira, antes de su intervención ayer en el Consell Nacional de Esquerra. :: a. estévez / efe
Esquerra pide «realismo»  a Puigdemont

Esquerra pide «realismo» a Puigdemont

El expresidente de la Generalitat se enroca en la investidura a distancia y replica a los republicanos y al PDeCAT que no reelegirlo sería un «fraude democrático» del Estado

CRISTIAN REINO

Domingo, 14 de enero 2018, 00:23

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La duodécima legislatura catalana comienza el miércoles con casi todo por decidir. No hay candidato oficial a la Presidencia del Parlamento después de la renuncia de Carme Forcadell a continuar otro mandato, y, sobre todo, no se sabe aún cómo será la investidura ni si Carles Puigdemont será elegido presidente de la Generalitat desde Bruselas, un hecho insólito en el parlamentarismo mundial.

Cataluña vuelve a afrontar una semana decisiva, la enésima, tras un final de año convulso que acabó en elecciones y en las que el independentismo revalidó la mayoría absoluta obtenida en 2015. Al secesionismo, en cualquier caso, le cuesta gestionar ese triunfo electoral. La situación jurídica de Puigdemont lo condiciona todo y la pugna entre Junts per Catalunya y Esquerra lo sepulta todo en el escenario político. Transcurrido el periodo vacacional tras el 21-D, las fuerzas secesionistas convocaron ayer a sus direcciones para preparar a partir de la semana entrante, con la constitución de la Cámara, el debate de investidura del nuevo jefe del Ejecutivo, que se producirá en torno al 31 de enero.

Esquerra sigue tocada por el golpe recibido en las urnas, cuando las encuestas la daban ganadora, y se mantiene como un socio leal en torno al expresidente de la Generalitat, pero sin enseñar todas las cartas. Marta Rovira, que ha cogido las riendas del partido ante la ausencia de Oriol Junqueras, encarcelado desde hace más de dos meses, pidió ayer «realismo» a Puigdemont, que continúa atrincherado en su intención de ser investido sin estar presente en el hemiciclo. Nadie había sido tan claro hasta ahora. Que Rovira hable ahora de realismo tiene su significado porque durante la campaña seguía afirmando que Cataluña ya es una república y no tenía que «pedir permiso a nadie» para desarrollarla. Un giro que podría suponer un triunfo de los republicanos menos radicales.

El mensaje republicano tenía además dos vectores. El que tiene que ver con la investidura, después de que Junts per Catalunya haya intensificado la presión sobre los republicanos para que apoyen una elección a distancia a pesar del criterio negativo de los letrados de la Cámara y de la Abogacía del Estado. Los neoconvergentes insisten en la fórmula telemática o por delegación, mientras Esquerra no lo ve claro, en parte porque no descarta que si Puigdemont no puede ser investido el candidato sea Oriol Junqueras.

Rovira trató además de aplacar a los independentistas que siguen defendiendo la unilateralidad, Puigdemont y la CUP, y los que no acaban de asumir que si el nuevo Ejecutivo catalán sigue los mismos derroteros que el anterior, Rajoy volverá a aplicar el 155. Por ello, dijo que para Esquerra es «urgente volver a poner las instituciones del país en manos de los ciudadanos y no hacerlo es perpetuar el artículo 155».

Realismo, por cierto, es lo que han recetado algunos de los primeros espadas del independentismo, que esta semana se han bajado del barco del proceso. Es el caso de Mas, que ayer dijo adiós de forma oficial a la Presidencia del PDeCAT; Carme Forcadell, que ha renunciado a la presidencia de la Cámara catalana; o Carles Mundó, que abandona la política. Joaquim Forn, Jordi Sánchez y Jordi Cuixart, en prisión, abjuraron el viernes de la vía unilateral, la misma que provoca que cinco exmiembros del Gobierno catalán (Puigdemont incluido) no puedan regresar a España por riesgo a ir a la cárcel. En esta línea, Mas reconoce que el independentismo, con el 47% de los votos, no tiene la fuerza ni la legitimidad moral para acelerar la independencia.

El PDeCAT también celebró su primer consejo nacional tras las elecciones y aunque hubo llamadas a la unidad con Junts per Catalunya y a cerrar filas, Mas, en su despedida de la primera línea, también lanzó dos pullas a Puigdemont. Pidió generosidad (y en las pantallas del cónclave del PDeCAT se aprovechó para recordar con imágenes su gesto de hace dos años cuando dio un paso al lado para desencallar el ultimátum de la CUP) y advirtió de que si hay «exceso de ideología» en las decisiones políticas «se acaba confundiendo la realidad». Mensaje velado a Puigdemont, que el viernes se presentó como el presidente legítimo del «Govern de la República».

Prolongar el 155

El expresidente de la Generalitat, entretanto, continúa enrocado. No cede y no contempla otra opción que ser investido jefe del Ejecutivo, aunque ponga en peligro la propia elección, la legislatura y la recuperación del autogobierno, dado que Rajoy ya ha advertido de que una teleinvestidura podría prolongar el 155. Puigdemont replicó ayer con dureza en su alocución por videoconferencia en el consejo nacional del PDeCAT tanto a las llamadas a la moderación de su partido como las de Esquerra. Mantuvo que todo lo que no sea investirle como presidente de la Generalitat de Cataluña será un «fraude democrático» que el independentismo no puede permitirse.

Puigdemont avisó además de que «en ningún caso puede subvertirse» el mandato democrático de las urnas del 21 de diciembre con «debates reglamentarios» y sobre «procedimientos parlamentarios». En Junts per Catalunya insisten en saltarse el reglamento de la Cámara y la propia ley de la Presidencia de la Generalitat y quieren pasarle la delicada decisión a la Mesa de la Cámara que se constituirá el miércoles, mientras que Esquerra prefiere que la última palabra la tengan los letrados del Parlament, que es tanto como oponerse porque los juristas ya han apuntado de forma oficiosa que la investidura sin estar presente no será posible.

«Los diputados -remachó- tenemos derechos que se deben respetar, pero sobre todo quien tiene derechos son los ciudadanos». «A nosotros nos toca proteger y reivindicar por encima de todo los derechos de los ciudadanos», concluyó inflexible Puigdemont, lo que anticipa que la guerra interna en el soberanismo será cruenta. Aunque al final habrá entente, como siempre.

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