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ADOLFO LORENTE
Lunes, 30 de octubre 2017, 01:15
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bruselas. Que el eslabón débil de la UE en lo relativo al apoyo a España en el desafío independentista catalán era Bélgica era algo que se sabía y que quedó constatado ayer con unas declaraciones subidas de tono de su secretario de Estado de Inmigración, Theo Francken. No es ministro, pero es uno de las voces gubernamentales más conocidas por sus coqueteos con la extrema derecha o sus polémicas opiniones, muchas de ellas de raíz xenófoba en la crisis de los refugiados.
«Los catalanes que se sienten políticamente amenazados pueden solicitar asilo en Bélgica. Puigdemont también pertenece a ellos. Eso es totalmente legal», zanjó. Si quería volver a llamar la atención, lo consiguió. Bélgica también tiene su Gabriel Rufián, aunque en este caso con responsabilidades institucionales, lo que le valió la reprimenda de su jefe, del primer ministro, Charles Michel, quien le exigió que «no eche más leña al fuego» y recordando que este asunto no está en la agenda del Gobierno. Michel no es nacionalista, sino liberal francófono (de Valonia, del sur).
Las tensiones diplomáticas entre España y Bélgica comenzaron a raíz del 1 de octubre y las durísimas imágenes de aquella jornada de votación ilegal. Michel fue el primero líder europeo en conectarse a Twitter para criticar lo sucedido. Días más tarde, en una entrevista a varios periódicos, se mostró muy ambiguo sobre una posible DUI sin descartar un posible reconocimiento.
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