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R. GORRIARÁN
Viernes, 12 de mayo 2017, 01:40
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Francisco Franco nunca dijo que quería ser enterrado en la basílica del Valle de los Caídos ni lo dispuso en su testamento. Esa fue una decisión del Gobierno de Carlos Arias Navarro tomada durante las largas semanas de enfermedades del dictador. La familia no sabía nada, es más pensaba en el panteón familiar en un cementerio cercano a El Pardo, aunque algunos autores sostienen que el general había comentado con los arquitectos de la faraónica fosa común que allí reposarían sus restos.
Franco decidió construir en el valle de Cuelgamuros, cerca de San Lorenzo del Escorial, un recuerdo monumental acorde «con la dimensión de nuestra Cruzada» porque semejante «epopeya» no podía ser honrada por «sencillos monumentos», según se detalla en la orden publicada en el Boletín Oficial del Estado del 1 de abril de 1940, un año después del «cautivo y desarmado el Ejército Rojo, han alcanzado las tropas nacionales sus últimos objetivos militares. La guerra ha terminado».
Los trabajos empezaron ese año y Franco lo inauguró en 1958. Aunque los cálculos son dispares, se estima que en torno a 20.000 prisioneros de guerra pasaron por las obras, aunque la dictadura siempre habló de trabajadores remunerados o, a lo sumo, de presos que redimían penas. El coste oficial de la obra fue de 1.086.460.331,89 pesetas pero algunos autores suben el presupuesto a 2.500 millones de pesetas.
La idea inicial era enterrar allí a las víctimas del bando ganador de la contienda, pero la mayoría había recibido las honras fúnebres de sus deudos y descansaba en las tumbas familiares. Así que hubo que echar mano de los millares de restos de los caídos en el bando republicano y perdedor, en su gran mayoría sin identificar y sin conocimiento de sus familias para llenar los gigantescos columbarios. También hay discrepancias sobre el número de personas enterradas allí entre 1959 y 1981. El dato oficial es de 33.487, aunque algunos estudios hablan de 80.000 cadáveres, de los que 60.000 correspondían a republicanos.
El conjunto monumental, rematado por una gigantesca cruz de 150 metros de altura que se ve a kilómetros, es un mal negocio que ha acumulado entre 2014 y 2016 pérdidas por 2,3 millones de euros porque los ingresos generados por las entradas y otros apartados fueron de 3,8 millones, y los gastos ascendieron a 6,3. No hay, sin embargo, ninguna intención de cerrar el Valle de los Caídos ni de reorientar su funcionamiento.
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