Borrar
Calle del Convento de Campo de Criptana (Ciudad Real), donde residía la familia. Arriba, detalle del portero automático. :: alberto ferreras
«Era una familia normal y tranquila;  no lo puedo llegar a entender»

«Era una familia normal y tranquila; no lo puedo llegar a entender»

Un hombre mata en Campo de Criptana a su mujer y a sus dos hijos, de ocho y cinco años, y se suicida

DANIEL ROLDÁN

Jueves, 30 de marzo 2017, 00:58

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

Decenas de niños, apresurados por sus progenitores, corren por las calles de Campo de Criptana (Ciudad Real) para acudir puntuales a su cita en las aulas. Arrastrando mochilas. Haciendo chanzas. Una hora, las nueve de la mañana, en la que también aparece un cuerpo frente al número 10 de la calle del Convento, una vía estrecha donde los conductores tienen que andarse con ojo. Los bolardos los miran amenazantes. Allí, en esa calle semipeatonal flanqueada por casas blancas, amarillas y naranjas, yace Manuel José García-Bustamante. Se ha arrojado desde una de las ventanas del segundo piso en el que habita con su familia.

Los agentes locales y la Guardia Civil llegan al lugar. Llaman al timbre. Nadie contesta. Consiguen que un vecino abra la puerta y corren escaleras arriba hacia el 2ºD. Se temen lo peor. «Que no sea violencia de género», masculla Juliana Díaz horas después del suceso. «Me ha llamado mi sobrina, que es enfermera, y me ha dicho que había oído que ha sido el gas. ¿Es así?», comenta la señora, deseosa de que sus temores no se cumplieran. Los accidentes son cosas de la vida. Pueden ocurrir. La violencia de género «es un asco», dice con firmeza desde el umbral de la puerta. Sus deseos se fueron desvaneciendo con el paso de la mañana. Fuentes de la investigación aseguraban que la madre, Ana Rosado, de 42 años había muerto estrangulada y los pequeños, un niño de cinco años y una niña de ocho años, asfixiados.

La Guardia Civil apuntaba de forma clara hacia un nuevo caso de violencia de género. La víctima número 17 -según las cuentas del Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad- en lo que va de año, uno de los más crueles desde que se llevan realizando estadísticas. La Delegación del Gobierno de Castilla-La Mancha reconoció que no había ninguna denuncia previa de malos tratos. Tampoco había acudido al Instituto de la Mujer de esta comunidad.

Con la calle cortada, los curiosos se agolpaban para ver qué sucedía y los comentarios arreciaban. Los vecinos mostraban un discurso parecido. «Era una familia normal y tranquila. No lo puedo llegar a entender», afirma una de las vecinas, dueña de una tienda, y que no quiere dar su nombre. Pepe, amigo suyo, reafirma sus palabras. «Él ha trabajado siempre en el Ayuntamiento. Era un tío muy conocido. Del pueblo», añade. Isidoro Márquez coincidió con Manuel, de 48 años, cuando ambos trabajaban como alguaciles municipales «hace mucho tiempo». Luego le perdió la pista, pero lo seguía viendo continuamente en la localidad, de unos 14.300 habitantes.

Un pueblo donde es difícil encontrar a alguien que no conociera a Manuel, que desde hace años sufría de depresión. Siempre ha trabajo para el Consistorio y desde hace seis años tenía un puesto en la piscina, en el turno de tarde-noche. Era el encargado de cobrar las entradas y comprobar los carnés para la pileta. También era allí donde acudía casi todos los domingos por la mañana para darse un baño con sus hijos y su mujer. «Una familia normal, que hacía los fines de semana como cualquiera de las de aquí. No entiendo nada», comentaba una vecina desde una de las ventanas de la calle Convento. Uno de los pocos instantes en que alguno de los habitantes de esta calle se ha asomado para comprobar si las cámaras de televisión y los fotógrafos seguían pululando por ahí. Mientras que Manuel era popular, su mujer Ana, natural de Pedro Muñoz, localidad a unos 17 kilómetros de Campo de Criptana, era todo lo contrario. Era una sombra. Los vecinos no pasan de señalar que era «educada y muy buena gente». Poco más. Ni una palabra malsonante ni un halago más allá de lo habitual ante un caso tan trágico. Ni un comentario más allá de que era «buena madre y muy simpática».

No obstante, la familia sí provocaba extrañeza. Se habían cambiado muchísimo de casa dentro del mismo pueblo. Ninguna casa les convencía. En la vivienda del suceso solo llevaban dos meses. Vivían al lado de los padres de Manuel, que estaban de viaje cuando se conocieron los hechos. Pero de esta casa también se iban a ir en breve. La eventualidad era clara. Ni siquiera habían cambiado los nombres del buzón. Manuel quería comprar 'La dulce luna', una tienda de chucherías junto a las vías. La oferta de venta incluía la vivienda en el piso superior.

El pueblo mostró su rechazo a la violencia de género con una concentración silenciosa en la plaza Mayor de Campo de Criptana. Lo mismo ocurrió en Pedro Muñoz, la localidad natal de la mujer asesinada. Hasta allí fueron trasladados sus restos y el de los dos pequeños para recibir sepultura después de las pertinentes autopsias.

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios