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Los mediadores del País Vasco francés en la conferencia de prensa que ofrecieron el 23 de marzo pasado. :: Javier Etxezarreta / efe
ETA planea ya su disolución tras el desarme y la escenificará en una asamblea final

ETA planea ya su disolución tras el desarme y la escenificará en una asamblea final

La banda afronta el debate sobre «el fin de ciclo histórico» con sólo un grupo de presos con largas condenas en contra

O. B. DE OTALORA

Martes, 28 de marzo 2017, 00:35

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El desarme previsto para el 8 de abril dará paso a la puesta en marcha de una asamblea de ETA que entrará a fondo en el debate de la disolución definitiva de la banda, según ha podido saber el diario 'El Correo'. La celebración de esta discusión interna ya estaba prevista en el guión previo a la presentación de la entrega de las armas y su orientación final es, según la terminología que han acuñado los propios miembros de la organización, «poner fin al ciclo histórico» de ETA y desaparecer como grupo armado.

La asamblea no será una reunión de militantes -aunque no se descarta algún tipo de escenificación- y su resolución tampoco será rápida. Un debate de este calado está marcado por las condiciones de clandestinidad de los escasos miembros de ETA que no han sido detenidos y el hecho de que el núcleo duro de la banda cumple condena en prisiones españolas y francesas.

La discusión, por tanto, será epistolar y se realizará mediante el intercambio de documentos. La dinámica que históricamente ha empleado la banda para estos debates es siempre la misma. Existe un texto considerado como «informe de base» al que los diversos etarras van realizando aportaciones. Después, un grupo dirigente unifica los textos y se lleva a cabo otro debate con este escrito final.

La última asamblea de este tipo que llevó a cabo la organización duró año y medio aunque, según conocedores de la situación, en este momento se podría celebrar en un periodo de tiempo inferior.

El debate estará marcado por dos factores. El primero es la situación de los presos de la banda, la verdadera patata caliente, y el segundo es la valoración del relato, es decir, la imagen final que la banda va a ofrecer de sí misma a la historia. En este sentido, los etarras tienen previsto realizar una evaluación interna de cómo se ha gestionado el desarme y la percepción final que ha quedado de su iniciativa. La entrega de las armas ya estaba decidida por los etarras hace un año pero su escenificación se ha postergado durante un año ya que los activistas querían evitar por todos los medios que se visualizase que era una rendición en la que ponían sus arsenales a disposición de la Justicia. Todos sus intentos en este sentido han fracasado ante la negativa de los Gobiernos español y francés a la hora de aceptar una negociación política con la banda. Al final han tenido que gestionar una entrega urgente y sin contrapartidas ya que su tardanza en tomar una decisión estaba causando una profunda irritación en colectivos como la Comisión Internacional de Verificación, el organismo creado 'ad hoc' para apoyar a ETA a la hora de deshacerse de los zulos.

Los presos

La cuestión de los presos es mucho más candente para la banda y es la que podría obligarle a acelerar sus decisiones. Aunque se desconoce el sentido del «informe base» que centrará la asamblea, son mayoritarias las voces partidarias a una disolución que permita cambios en la política penitenciaria, en especial, entre aquellos internos que llevan largos periodos de condena cumplidos. En estos sectores se considera que la decisión del Gobierno de Mariano Rajoy de no conceder ningún tipo de mejora hasta que la banda se disuelva es firme y no conseguirá ser modificada. Por ello, esperan que una disolución rápida alivie su situación.

En la misma posición se encuentran amplios sectores de la izquierda abertzale. Sortu ya modificó a finales del año pasado su postura con respecto a los presos y autorizó que se acogiesen a medidas individuales para salir de la cárcel, algo hasta entonces prohibido. Además, la izquierda abertzale ha asumido en los últimos meses todo el control de la situación de las prisiones, después de que las organizaciones de apoyo a los reclusos hayan perdido protagonismo político y de que, tras sucesivas operaciones policiales, el núcleo duro de los colectivos de abogados de los internos haya sido desmantelado y con varios de sus integrantes en prisión.

Los sectores contrarios a la disolución de la organización fundada hace 58 años se encuentran en estos momentos en los presos de ETA con condenas de larga duración y los huidos a terceros países, en especial, de Sudamérica. Estos activistas han hecho saber que no aceptarían una disolución que implique que a la larga ellos queden en el olvido y nadie se preocupe por su futuro una vez normalizada la situación de la mayoría de los reclusos.

Aunque esta es la primera vez en la que se plantea una asamblea de ETA en la que los partidarios de la disolución son mayoritarios al comenzar el debate, con anterioridad ya se produjo otra discusión en la que se rechazó declarar el fin de la banda. En 2012, un año después de que la banda hubiese anunciado que abandonaba la lucha armada, los etarras ya celebraron una asamblea con la que pretendían ratificar esta decisión -que había sido tomado por un pequeño núcleo dirigente-.

El debate duró algo más de un año y los activistas que participaron en él dieron su visto bueno a declarar que la violencia ya no tenía sentido, pero rechazaron dar cualquier paso que supusiera la disolución. El debate se desarrolló cuando todavía esperaban una negociación con el Gobierno (los miembros de la banda designados como interlocutores fueron expulsados de Noruega a finales de 2013 ) y se preveía que la disolución y el desarme fuesen los instrumentos de una estrategia de presión al Gobierno español.

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