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Barberá, este lunes, antes de declarar en el Supremo. :: a. comas / reuters
La muerte de Barberá sacude la política

La muerte de Barberá sacude la política

Rajoy, «enormemente apenado», desvela que habló con la senadora esta semana a causa de su declaración ante el Tribunal Supremo

NURIA VEGA

Jueves, 24 de noviembre 2016, 01:05

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madrid. La llamada al hemiciclo resonaba en el Congreso de los Diputados cuando poco antes de las nueve de la mañana llegó la confirmación de la muerte de Rita Barberá. Durante veinte minutos el sonido insistente que alerta del inicio de la sesión de control al Gobierno fue lo único que se escuchó en una cámara enmudecida ante la noticia. A escasos metros de la puerta principal de los leones, en el céntrico hotel Villa Real, los servicios de emergencias acababan de ratificar que, a los 68 años de edad, quien fue durante seis legislaturas alcaldesa de Valencia había fallecido a causa de una parada cardíaca.

Hacía semanas que los senadores del PP veían a su excompañera de filas abatida, con aspecto desmejorado y apariencia de estar sometida a medicación. El último día que coincidieron con ella fue el pasado jueves en el Congreso, en el acto de apertura solemne de las Cortes, cuando Barberá resolvió sentarse junto a los representantes populares, pese a que desde septiembre ya no pertenecía al partido.

La causa abierta contra ella en el Tribunal Supremo, donde declaró este lunes por un presunto delito de blanqueo de capitales, le había distanciado de la formación en la que militó desde los tiempos de Alianza Popular. «Estaba atravesando una depresión muy profunda», desvelaba ayer el exministro de Exteriores, José Manuel García-Margallo, que había quedado con la exalcaldesa y el senador Pedro Agramunt la noche del martes para una cena que fue suspendida ante la imposibilidad de localizar a Barberá.

A algunos dirigentes populares ya les había extrañado a lo largo de la tarde que no acudiera a la primera sesión de control que se celebraba en el Senado desde septiembre de 2015. Desde su salida del PP y su paso al Grupo Mixto, tenía un escaño reservado en la última fila de la bancada central de la Cámara alta. Pero el martes el sillón permaneció vacío.

Mientras el Ejecutivo respondía las preguntas de la oposición, la senadora ya había comenzado a encontrarse mal, sin fuerzas, lo que no pasó inadvertido para su familia. Preocupados por el hilo de voz al otro lado de la línea telefónica, su hermana, María José Barberá, y un sobrino se trasladaron a Madrid con la intención de pasar la noche en el hotel en el que se hospedaba y acompañarla ayer de vuelta a casa. A las siete de la mañana, sin embargo, descubrieron que Barberá no respiraba y dieron la voz de alarma al 112.

«El equipo médico practicó una reanimación cardio-pulmonar durante más de 30 minutos, pero finalmente sólo ha podido confirmar su fallecimiento», explicó el portavoz de Emergencias Madrid, David García.

La gestión del duelo

En el Congreso, los ministros del Gabinete de Mariano Rajoy, reunidos en la zona de Gobierno, recibían consternados el desenlace. El portavoz parlamentario del PP, Rafael Hernando, llamó a los representantes del resto de grupos para pactar un minuto de silencio en recuerdo de la senadora, como se había procedido ya en la Cámara alta. Todos, salvo Podemos, expresaron su conformidad con lo que consideraron una muestra de respeto. La bancada de Pablo Iglesias quedó desierta y en el PP cundió la indignación. La tensión sostenida durante meses por haber tenido que señalar la puerta de salida a quien fue un referente para el partido, afloró con la noticia del fallecimiento. Los populares manifestaron su duelo denunciando el «linchamiento» público que, a su juicio, sufrió la exalcaldesa en las últimas semanas de su vida.

La salida de Barberá del PP se produjo el pasado 14 de septiembre. Los indicios con los que contaba el Supremo sobre un presunto blanqueo de capitales en el grupo popular del Ayuntamiento de Valencia fueron determinantes para que la cúpula del partido forzara a la exdirigente valenciana a dar un paso atrás. Ya entonces, desde la sede central de la calle Génova se le aconsejaba abandonar también su escaño en la Cámara alta y apartarse del foco mediático para poder defenderse con tranquilidad. Pero ella, dolida, siempre se negó a dejar el Senado.

Pese a todo, nunca perdió el contacto con su amigo Mariano Rajoy, con quien mantuvo una conversación este mismo lunes al hilo de su declaración en el Supremo. «Realmente me siento enormemente apenado -trasladó ayer el presidente desde el Congreso-, es muy duro esto». Como líder de los populares subrayó, además, que Barberá «dedicó su vida a Valencia y al PP».

En todo este tiempo, Rajoy nunca ha llegado a pedir el escaño de la senadora. Se aferró a que el acta es personal e intransferible para pasar de puntillas sobre el asunto y no ceder ante la oposición. Junto a la secretaria general fue siempre su principal valedor. María Dolores de Cospedal se contenía, de hecho, ayer para no ir más lejos y destacaba la honestidad de Barberá. Fue ella quien se acercó junto a parte de la dirección del PP y del grupo en el Senado al hotel para acompañar a los familiares de la fallecida hasta el traslado del féretro al Instituto Anatómico Forense.

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