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Sánchez se dirige a su escaño con Rajoy y la vicepresidenta en el fondo.
ÚLTIMA OPORTUNIDAD PARA LA INVESTIDURA

ÚLTIMA OPORTUNIDAD PARA LA INVESTIDURA

Todas las fuerzas políticas ven más factible que haya nuevas elecciones en diciembre que alcanzar un acuerdo para que Rajoy o Sánchez gobiernen

RAMÓN GORRIARÁN

Domingo, 25 de septiembre 2016, 01:02

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Las fuerzas políticas cruzarán este domingo la meta volante de las elecciones vascas y gallegas, una pancarta que dará motivos de satisfacción a unos y de preocupación a otros, pero que no será determinante para desenredar la madeja política que se embrolló en diciembre y se complicó en junio. Los resultados de esos comicios autonómicos no van a decidir si Mariano Rajoy, que saldrá fortalecido de la cita electoral, y Pedro Sánchez, que se espera lo peor, tienen apoyos suficientes para la investidura o si se convocan en diciembre las terceras elecciones generales en un año, aunque la segunda alternativa tiene muchos más visos de hacerse realidad que la primera a la luz del análisis que hacen tanto PP y PSOE como Podemos y Ciudadanos.

Parecía imposible, no cabía en la cabeza de casi nadie, pero ahí está. Ya lo dijo Rajoy hace unos días: «Si hay que ir (a nuevas elecciones), se va». Él era uno de los más firmes convencidos de que no se podía caer en «el ridículo mundial» de volver a votar por tercera vez, y ahora tiene casi la certidumbre de que la bufonada será inevitable. Un análisis similar hacen en el PSOE, donde dan un alto porcentaje de posibilidades a la repetición de los comicios. Y lo mismo se piensa en las direcciones de Podemos y Ciudadanos. Pero hasta que no sea inevitable todos van a hacer como que lo intentan.

Rajoy va a gastar el cartucho de la última intentona, pero disparará con la moral del que apunta a una diana invisible. Dice que tiene la intención de empezar a moverse desde el lunes en busca de los apoyos que no logró este verano. Pero en su partido apuestan a que volverá a hacer el 'don Tancredo'. «No nos vamos a mover. Si quieren llamarnos, ya nos llamarán», comenta un miembro de la dirección del PP que está en la cocina de las decisiones. «Si tomamos la iniciativa -añade- solo vamos a encontrar rechazos».

El presidente en funciones ha depositado los huevos de la investidura en dos cestas. La principal, la del PSOE; la secundaria, la del PNV. Alberga alguna tenue esperanza de que Sánchez, más por presiones de la baronía socialista que por rectificación propia, cambie el 'no es no' por la abstención y permita su investidura. La fe, sin embargo, es escasa y menguante a medida que pasan los días y comprueba que el enrocamiento del líder socialista no es táctico. Rajoy tiene asumido, por tanto, que siembra en un pedregal cuando apela a la responsabilidad de Estado y al sentido común de su adversario, con el que, además, tiene una relación que empeora con el tiempo.

La segunda cesta de Rajoy tiene la etiqueta de 'solución Quevedo', en alusión al diputado de Nueva Canarias Pedro Quevedo. El esquema sobre el papel es conseguir los apoyos del PNV en reciprocidad a un hipotético respaldo del PP al lehendakari Iñigo Urkullu tras las elecciones de este domingo. Las reiteradas y cada vez más contundentes negativas de los nacionalistas a dar una oportunidad a Rajoy son relativizadas por los dirigentes populares, que confían en que a la hora de la verdad aflore el pragmatismo del PNV. De darse ese escenario, bastante improbable, Rajoy sumaría a los 170 escaños de PP, Ciudadanos y Coalición Canaria, los cinco de los nacionalistas vascos y el del diputado de Nueva Canarias para llegar a los decisivos 176.

Pero todo son cábalas, «castillos en el aire», dicen incluso en el PP, y Rajoy lo sabe. Una y otra fórmula presentan todo tipo de dificultades y su materialización se antoja casi imposible. Para complicar más el escenario, los populares, a partir del lunes, van a añadir nuevos tonos a su imagen de partido tóxico. Ese día comienza el juicio por las tarjetas black, el escándalo urdido por Rodrigo Rato y otros altos cargos de Bankia y CajaMadrid, y casi a continuación, el 4 de octubre, empiezan las vistas del 'caso Gürtel', que, además de sentar en el banquillo al extesorero Luis Bárcenas, tiene al propio PP como imputado y a todos sus secretarios generales, salvo Rajoy, citados a declarar.

Por todo ello pesan más en la balanza del PP las expectativas de las nuevas elecciones que las de la investidura de Rajoy. «Aunque lo vamos a intentar para que no se diga», apuntan las fuentes consultadas.

Batalla interna

El otro aspirante, el socialista Sánchez, tiene un panorama tan o más complicado que el líder popular. Va a jugar la baza del acuerdo con Podemos y Ciudadanos a sabiendas de que es como ligar agua y aceite. Ambas formaciones mantienen con firmeza granítica que no estarán en un pacto con la otra ni facilitarán de ninguna manera un gobierno que cuente con el respaldo de su antagonista. El secretario general del PSOE, terco como pocos, mantiene que lo va a intentar. Esa será su propuesta al Comité Federal del 1 de octubre para que le dejen manos libres. Lo que nunca ha estado en sus planes, aseguran en su equipo, es incluir en el paquete a los independentistas catalanes.

El líder socialista va a gastar lo justo en buscar el apoyo de Pablo Iglesias y Albert Rivera. Sus energías están más centradas en la batalla interna, en aguantar la presión de los barones críticos que buscan su cabeza política, que en la búsqueda del acuerdo para la investidura. Su cabeza está en el Comité Federal del próximo sábado y en la convocatoria del congreso federal para diciembre si el acoso de los líderes territoriales se hace insoportable. El Gobierno alternativo del PSOE con Podemos y Ciudadanos no pasa de ser un plan sin consistencia, admiten en el equipo de Sánchez.

El secretario general de Podemos y el presidente de Ciudadanos observan desde la barrera de los secundarios. Iglesias, también entretenido en sus conflictos con Iñigo Errejón, juega la baza del acuerdo con los socialistas apuntalado por los independentistas catalanes, pero es una mano perdedora porque Sánchez se mantiene en que no quiere que un hipotético gobierno que esté al albur del soberanismo.

Rivera no quiere saber nada de los socialistas, ni siquiera si se reeditara el acuerdo que alcanzaron en la pasada legislatura. La única opción real, a su juicio, es un Gobierno del PP en minoría condicionado por una oposición para la que sí invita a Sánchez a formar un frente. Pero para que ese escenario sea real necesita que el PSOE facilite otro mandato de Rajoy, y el líder socialista no está por la labor. Ciudadanos también ve, en su caso con preocupación, el panorama de las nuevas elecciones. Lo ve con preocupación porque en las del 26 de junio solo con caer un punto porcentual de votos perdió el 20% de los 40 escaños que consiguieron en diciembre. En una tercera convocatoria nada indica que les vaya a ir mejor.

Así las cosas, a partir de mañana se recrudecerá el ruido declarativo desde todos los frentes, pero con la mirada puesta en las votaciones del 18 de diciembre, reforma de la ley electoral mediante. Ya aventuran hasta cómo puede ser la no campaña que se avecina. Sin apenas mítines, con mucha presencia en los medios de comunicación y quizá un debate entre los candidatos.

El acuerdo que fue imposible en marzo tiene las papeletas para volver a serlo, salvo espectacular sorpresa, ahora porque el mandato que salió de las urnas dibujó un rompecabezas político que los líderes de las principales fuerzas políticas han sido de nuevo incapaces de casar.

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