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Ensayo general sin pacto

El presidente está dispuesto a hacer las verdaderas cesiones programáticas a los socialistas para desbloquear la situación aunque agradece «el esfuerzo» de Ciudadanos

RAMÓN GORRIARÁN

Domingo, 28 de agosto 2016, 00:37

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Entre los soleados robles de la Carballeira de San Xusto, municipio pontevedrés de Cotobade, Mariano Rajoy mostró ayer los ejes del discurso de investidura que pronunciará este martes en el más solemne y umbrío Congreso de los Diputados. Puso toda la presión sobre Pedro Sánchez y el PSOE, tocó la fibra sensible de su responsabilidad histórica al tiempo que criticó su irresponsabilidad por enarbolar como única bandera el no a su reelección. Para su ocasional socio Albert Rivera y Ciudadanos, apenas una pincelada de agradecimiento por el «esfuerzo» realizado. Sabe que solo un giro de los socialistas puede evitar las terceras elecciones porque el acuerdo todavía nonato con Ciudadanos no pasa de ser una buena carta de presentación parlamentaria que no resuelve nada.

Fue un ensayo general sin pacto. Mientras Rajoy arengaba a los suyos y lisonjeaba a la vez que sacudía a los socialistas, a 600 kilómetros, en Madrid, los negociadores de PP y Ciudadanos mantenían un febril intercambio de documentos para cerrar un acuerdo que ambas fuerzas dan por hecho, pero que no sellan por, sobre todo, las reticencias de los de Rivera a mostrarse como un aliado de fácil seducción que arría sus estandartes sin apenas contrapartidas. El líder de los populares confesó que se enfrenta a una situación nada fácil, y que más allá de la bisutería del pacto con Ciudadanos y Coalición Canaria no hay nada. «La formación de gobierno -resumió- hoy (dos meses después de las segundas elecciones) es más un deseo que un hecho».

La misma noche de las primeras votaciones, las del 20 de diciembre, Rajoy trasladó a su círculo más próximo que sin el apoyo del PSOE no podría gobernar. Un mensaje que repitió el 26 de junio pese a la mejoría de los resultados de nuevo victoriosos del PP. «Y en esas estamos», rumia ahora con escepticismo uno de sus colaboradores. El temor de Rajoy a no poder renovar su mandato en la segunda votación del próximo viernes es creciente porque no ve indicios de cambio en la postura de Sánchez, y todos los mensajes indirectos que ha hecho llegar al líder del PSOE a través de emisarios en las últimas semanas han recibido idéntica respuesta negativa.

La guarnición y el solomillo

El PP no se engaña y sabe que el acuerdo con Ciudadanos y Coalición Canaria son la guarnición del plato, acompaña pero no es imprescindible. Los socialistas son el solomillo. Por eso Rajoy valora con medido entusiasmo la colaboración del partido de Rivera y de los nacionalistas insulares, al punto de que el elogio se limitó a una frase en un discurso de media hora. «Han hecho -concedió- un esfuerzo y creo que han hecho lo que es bueno para los intereses generales de su país». Pero ese entendimiento puede quedarse en agua de borrajas.

El presidente del Gobierno en funciones desistió hace tiempo de lograr el voto favorable del PSOE por razones históricas y políticas. El principal partido de la oposición nunca desde 1977 ha apoyado la investidura del jefe del Ejecutivo ni tampoco la ha facilitado con una abstención. Rajoy necesita romper esa tradición política porque el PP es incapaz de construir con otros partidos una alternativa que tenga mayoría parlamentaria. Los coqueteos con el PNV se han zanjado con un portazo, y con los nacionalistas catalanes ni siquiera han existido en vista de su deriva soberanista y la pérdida del perfil pactista.

Necesita por tanto para mantenerse en la Moncloa, siempre que amarre la complicidad de Ciudadanos y Coalición Canaria para presentarse en la Cámara con la vitola de 170 apoyos, que los 85 diputados socialistas se abstengan o bien que lo hagan once de ellos para tener más votos a favor que en contra el próximo viernes. Una ecuación sencilla, pero por ahora sin solución.

En el PP confían como penúltimo recurso que el extremeño Guillermo Fernández Vara sea el oráculo socialista que nunca ha sido. El barón del PSOE afirmó que si Rajoy tenía 170 votos a favor «a ver quién era el guapo» que frustraba su investidura. La frase corrió como la pólvora entre los dirigentes populares y esta semana la recordó el jefe de los negociadores, Fernando Martínez-Maíllo. Ese guapo va a ser Sánchez, replican desde el cuartel general del PSOE en la calle Ferraz.

Rajoy, cuando tenga en sus manos el documento que el PP cocina con Ciudadanos, quiere hacer, no obstante, un postrer intento antes del martes para persuadir al líder del PSOE, pero sabe que sus posibilidades de éxito son escasas y que el fantasma de las terceras elecciones tiene la sábana más grande que hace dos meses. Explicó en el acto de su partido que hasta hace unos días creía que sería «ridículo» votar por tercera vez en un año y veía imposible que esa salida fuera a materializarse, pero a la vista de «cómo se comportan» Sánchez y su partido ahora tiene «dudas razonables» de que se pueda evitar una nueva cita con las urnas en diciembre.

La vida en juego

Pero no se da por vencido antes de jugar el partido, y en el bosque de San Xusto enseñó algunos de sus argumentos de convicción y, como es su costumbre, alternó el palo con la zanahoria. Reconoció a los socialistas que a lo largo de su historia han hecho «aportaciones al progreso» de España, y ante ese bagaje apeló a «la responsabilidad» de su líder y a su sentido de Estado porque, acotó con ribetes dramáticos, «está en juego la vida de millones de personas».

Si ante tan delicado escenario, prosiguió, el PSOE se cierra en banda y prolonga el bloqueo cometería «una enorme irresponsabilidad» porque su cerrazón afectará a «los intereses generales del país», además de incrementar el desprestigio internacional de España con la tercera convocatoria electoral.

El presidente en funciones está dispuesto, según dijo, a hacer «todos los esfuerzos programáticos dentro de los límites que marca la Constitución» para convencer a Sánchez, con el que mantiene un fría relación personal, de que debe facilitar su continuidad en la Moncloa. Ese es el partido que de verdad desea jugar Rajoy. Con Ciudadanos, las cesiones del PP se han limitado en muchos casos, no en todos, a generalidades más o menos llamativas o a cambios con poca sustancia. Con el PSOE, el líder popular está dispuesto a remangarse y entrar en materias complejas como la reforma constitucional, la del mercado laboral o la institucional.

Sabe que el colofón de su vida política se juega en ello. Unas terceras elecciones, aunque es más que probable que el PP las vuelva a ganar, no serían un digno broche.

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