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Ciudadanos, el cuarto partido

Ciudadanos, el cuarto partido

Ha irrumpido en la escena política como el partido que busca romper la hegemonía de PP y PSOE sin el radicalismo de Podemos y con una oferta de cambio sensato y sentido común

RAMón Gorriarán

Domingo, 22 de febrero 2015, 01:49

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Dos cosas, entre otras, cabrean a Albert Rivera, que le digan que Ciudadanos es el Podemos del PP y que el suyo es un partido catalán. Niega lo primero, porque su aspiración es cosechar en los graneros de todos, y refuta lo segundo: «¿Acaso el PP es un partido gallego?». Pero el enfado dura lo que tarda en construir las respuestas. Se consuela incluso con un argumento quijotesco, «ladran luego cabalgamos». No le falta razón, hace unos meses nadie se hubiera molestado en hablar ni mal ni bien de Ciudadanos. El partido naranja que lidera Albert Rivera (Barcelona, 1979) se ha encaramado a la cuarta posición en intención de voto. Cierto es que el CIS en su estudio de enero asignó a Ciudadanos un modesto 3,1%, pero la metodología que emplea el instituto oficial es la que más tarda en detectar las tendencias, al menos eso dicen los expertos. Las encuestas propias de los partidos y las privadas le sitúan entre el 12 y 14% en estimación de voto, por detrás de PP, PSOE y Podemos, pero por delante de IU y UPyD.

Ese caudal de apoyo no se compadece con el escaso conocimiento del partido. En el último barómetro del CIS, el 49% confiesa que no sabe qué es Ciudadanos, y de la mitad que dice que sí, el 27,5% lo sitúa como fuerza de centro, el 10,3% dice que es de derecha y el 9,2% lo encuadra en la izquierda. Rivera lo tiene claro, su espacio es el centro. Sin apellidos, ni centroizquierda ni centroderecha, el centro puro y duro que engloba a las dos.

Ha estudiado la vida y obra de Adolfo Suárez, pero no se llama a engaño, sabe de sus posibilidades y admite que lo de la Moncloa aún está lejos. «No queremos ser un partido bisagra» para completar mayorías de otros, «queremos ser un partido palanca» que influya en la gobernación. «No tenemos techo, pero tampoco suelo», suele comentar a los suyos para frenar la euforia sin restar ambición.

Sus potenciales votantes proceden, sobre todo, de cuatro caladeros, el del PP, el de UPyD, el de la abstención y los jóvenes que irán a las urnas por primera vez; y en menor medida, los socialistas. Así como Podemos ha arrebatado el pan y la sal a IU, Ciudadanos le ha comido la tostada a UPyD, según los estudios demoscópicos y los expertos electorales. La mezcla del naranja de Ciudadanos y el magenta de UPyD podría haber dado un rojo intenso, tipo burdeos, pero esa tonalidad no estará en la paleta electoral. Los de Díez se negaron porque desconfían de las fuerzas de aluvión que han encontrado acomodo en Ciudadanos, mientras que los de Rivera achacan la abortada alianza a la terquedad de de UPyD y su soberbia intelectual.

Pero su principal nutriente electoral no es la formación magenta, está en el PP. Los populares siempre temieron una escisión por su derecha, de hecho ocurrió con Vox antes de las elecciones europeas y demostró ser irrelevante. No esperaban una fuga por su izquierda, por el centro del espectro ideológico, y por ahí se ha producido. Del orden del 40% de los que dicen que van a votar a Ciudadanos dieron su papeleta al PP en las generales de 2011; algo más del 20% votó a UPyD hace cuatro años; y cerca de otro 20% se quedó en su casa. Apenas el 3% confiesa haber votado al PSOE.

Con estos datos, y pese a ciertas similitudes, como el origen catalán del líder y el espíritu centrista, el fracaso de la operación reformista que lideró Miquel Roca no entra en sus hipótesis. Aquel partido se presentó a las elecciones generales de 1986 para ocupar el centro, y pese a contar con un fuerte respaldo económico y un potente eco mediático no logró ni un escaño. Aunque faltan diez meses para los comicios legislativos, en Ciudadanos tienen la convicción, y las encuestas le avalan, de que van ser el cuarto grupo del próximo Parlamento de España.

Antes tiene el banco de pruebas de las elecciones autonómicas y municipales del 24 de mayo. Tienen buenas cartas en Madrid y la Comunidad Valenciana, y creen que entrarán en casi todos los parlamentos autonómicos y tendrán concejales en la mayoría de capitales. También confiesan que hay territorios, como el País Vasco o Galicia, en los que tienen complicada la implantación. Incluso en Andalucía, que será su primer test fuera de Cataluña, no lo tiene fácil. El resbalón de Rivera con los pescadores, la caña y los peces, que muchos interpretaron como un menosprecio hacia los andaluces, no le va a facilitar las cosas. «Pero si mis cuatro abuelos son malagueños», se queja con amargura aunque asume que las metáforas en política las carga el diablo y casi siempre con mala leche.

Ciudadanos-Partido de la Ciudadanía no cree que su origen catalán vaya a ser un lastre en España. «Es una crítica de la derecha más rancia», comenta un colaborador de Rivera. Surgido en 2006 con una partida nacimiento constitucionalista y antinacionalista, cuenta hoy con nueve diputados en el Parlamento de Cataluña y dos eurodiputados en Estrasburgo. Rivera además es el único líder político nacional que aprueba en valoración social sondeo tras sondeo. Pero con ser un motivo de orgullo, teme que se convierta en una rémora porque hay una tendencia a identificar el partido con el líder. No hay más caras y un partido unipersonal acaba por cansar.

Ciudadanos o Rivera, que tanto monta, al menos por ahora, tienen un discurso claro y corto, pocos conceptos pero nítidos. Liberalismo y socialdemocracia es su propuesta económica; constitucionalismo y unidad de España como mensaje territorial; ni izquierda ni derecha en lo ideológico. Una tercera vía. La misma que reclama Podemos, el otro recién llegado. Pero con distancias. Rivera acepta que Pablo Iglesias es también un chorro de aire fresco en el gastado horizonte bicolor, pero sus ideas, dice, son «viejas». Ofrecen regeneración, sí, pero con más estado, más intervención. Ciudadanos también quiere renovación, pero con menos estado y más esfuerzo individual. Podemos reniega del «régimen de la Tansición» de la dictadura a la democracia. Ciudadanos, la reivindica.

En Podemos empiezan a pensar que su crecimiento puede sufrir un frenazo, no por la recuperación de PSOE o IU sino por el ascenso de los de Albert Rivera. Al fin y al cabo se disputan la misma porción del pastel electoral, la de los desencantados; ambos tienen líderes jóvenes; sus discursos tienen otra letra y música; son, en definitiva, caras nuevas. Es difícil de medir si la sensación de parón de Podemos es atribuible al repunte de Ciudadanos, pero no es descartable. El experto Manuel Toharia afirma con asombro que nunca se había visto el caso de un partido que en menos de dos meses subiera ocho puntos en intención de voto. Lo que ha hecho la formación de Rivera.

El líder de Ciudadanos desea tener un debate con Iglesias, pero este, al menos según tres medios que se han ofrecido para ese cara a cara, se ha negado a medirse a solas con su nuevo contrincante. Iglesias, sostienen en Podemos, no rehúye los duelos dialécticos, pero su rival es el presidente del Gobierno. Mariano Rajoy, a su vez, no quiere ni oír hablar de un vis a vis con el secretario general del partido morado.

Es improbable hasta el momento pero algunos expertos y también algunas relevantes figuras de PP y PSOE empiezan a pensar en la posibilidad de que la suma de votos de Podemos y Ciudadanos, siempre que se mantenga la tendencia, supere a la de populares y socialistas en unas elecciones generales. De momento, es una hipótesis.

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