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CHARLA Y CAÑITAS

ARTURO REQUE

Lunes, 18 de junio 2018, 00:21

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NOS acompaña estos días un agradable taró que cubre la costa con un fresco manto nebuloso preludio de que por fin el verano está a la vuelta de la esquina. La queja por el retraso se volverá pronto en lamento por el agobiante calor. Y es que nunca estaremos conformes con lo que nos toca.

Pensándolo bien, estos días -como posteriormente ocurrirá en septiembre- son más gratos que los de julio y agosto, con una temperatura más placentera, menos densidad turística-invasora, y el ánimo elevado pensando en las vacaciones y la cervecita en alguna terraza gozando de una buena compañía. Largos días donde el sol se pone por detrás de La Concha provocando el fin de la jornada playera con la sombra que proyecta. Todo parece un engranaje perfecto del que se beneficia nuestra ciudad desde sus orígenes; maravilloso equilibrio que nos hace privilegiados benefactores de un entorno de ensueño.

Respetarlo es nuestra innata obligación y protegerlo debe ser la de nuestros gobernantes, sin cesiones ante los que quieran explotarlo saltándose los límites establecidos, transformándolo y destruyéndolo a su antojo, maldita costumbre que se repite periódicamente en nuestra historia. Pero hoy no tenía pensado hablarles de la diferencia de miras a la hora de controlar actuaciones improcedentes o ilegales, ni de la lentitud en la actuación vigilante cuando de grandes impactos urbanísticos se trata y el daño ya está hecho cuando intervienen quienes tienen el deber de actuar.

Hoy quería escribir sobre esas charlas con los amigos en estos últimos días primaverales, donde aún hace falta una prenda de abrigo para protegerse de la humedad, donde el tiempo pierde su condición temporal para transformarse en acompañante de una buena conversación sin límites.

El fin de semana de la feria suele ser uno de esos momentos que nos ofrece tiempo para la buena charla. Somos muchos los que aprovechamos para una escapadita por tierras gaditanas para desconectar del bullicio. Conil, por ejemplo y por ser donde estuve, recibió numerosas familias marbellíes que nos saludamos con entusiasmo cuando nos cruzamos en ese momento de sentimiento local que no solemos tener en nuestra propia casa. Es bueno salir de vez en cuando, viajar aunque sea a un lugar cercano, cambiar de aires y tomar perspectiva de la realidad desde otro punto de vista diferente al de la viciada cotidianeidad. Será entonces cuando sentados en una mesa de esa bonita céntrica calle del pueblo al que hayamos ido -en este caso, al sentirnos turistas, no nos molestan tanto esas mismas mesas que cuando invaden nuestras calles, ¿verdad?...- deliberaremos sobre el sexo de los ángeles o sobre la undécima victoria de Nadal, para terminar organizando el país y la alineación ideal que debe sacar la selección en este mundial.

La verdad es que el país da mucho juego en estos días y se nos están juntando los temas de conversación nacional en lo que son los tres pilares más actuales: política, corrupción y deporte. Andamos en un estado de agitación tan inquietante como merecido donde los principales favorecidos son los medios de comunicación -frente al descenso habitual de noticias por estas fechas, este año no dan abasto y los teletipos echan humo- y los bares: tras un nuevo suceso lo suyo es quedar con los amigos para comentarlo acompañado de una cañita, que así se digieren mejor. Además está el mundial en juego, que ya por sí solo sería motivo de reuniones y charlas, donde un malagueño ilustre, Fernando Hierro tratará de contener la zozobra generada días antes del inicio y mantenernos unidos frente al televisor como en los mejores veranos a los que nos habíamos mal acostumbrado.

El mes de junio es nuestro mes, la festividad por nuestro patrón marca el inicio de la temporada alta, la llegada progresiva de turistas y la desgraciada entrega de las llaves de la ciudad a los veraneantes. Aprovechemos estos días para disfrutar de nuestras terrazas que en pocas semanas será misión imposible.

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