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Nieves Castro
Lunes, 27 de febrero 2017, 00:39
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Ha cambiado el libreto por la novela y al Peter Pan que no quería crecer de James Barrie en el niño que quiere vivir al margen de la sociedad, lejos del mundo de corrupción de los adultos. La dramaturga Shía Arbulú (Perú, 1969), propietaria de la escuela Black Box Teatro de Marbella, se ha estrenado en el mundo de la novela juvenil con 'Al otro lado de la verdad'. Un texto cuajado de acción que aborda temas profundos como la crisis y la corrupción desde el punto de vista de los adolescentes.
El título de su primera novela no puede ser más sugerente. ¿Qué va a encontrar el lector?
Creo que nos estamos olvidando de aquellos a los que les está tocando crecer justo en esta época. Desde 2007 hasta ahora nuestros temas de conversación principales son la crisis y la corrupción. La novela surge a partir de un montón de preguntas que me hago al respecto. La primera, ¿qué piensan nuestros hijos del mundo al que les toca enfrentarse? Pero también, cómo enseñarles a que tengan valores, a que crean en sí mismos y a confiar en que el esfuerzo sirve para algo. El título, 'Al otro lado de la verdad', tiene que ver con el descubrimiento de mi protagonista, una adolescente que viene de una situación acomodada, propiciada por un padre corrupto, y de pronto ve que los actos de unas personas pueden afectar a otras.
Toma el modelo de los Niños Perdidos de la novela 'Peter Pan' de James Barrie, para presentar un texto que trata temas profundos: crisis económica, corrupción política, injusticia social... ¿De verdad es una novela juvenil como la cataloga la editorial?
La novela está muy dirigida a los adolescentes. A pesar de que tiene este trasfondo para reflexionar sobre la crisis o la injusticia, al final es una aventura. Son niños que se escapan de casa y les pasan cosas. No trato en ningún momento de dar una lección, sino que intento ponerme en su lugar. En el libro está presente todo este berenjenal de ideas que pueden tener, sus dudas existenciales o ese cuestionar el mundo de los mayores. Por lo general, la respuesta que he tenido es que se identifican mucho con la forma de pensar de los personajes. Pero al mismo tiempo, cuando lo ha leído alguien más mayor ha hecho una lectura diferente. El adulto recuerda que ha olvidado esos sueños que tenía cuando era joven.
Por lo que cuenta, 'Al otro lado de la verdad' es una adaptación moderna de la novela 'Peter Pan' ¿Es este su libro de cabecera?
Es una obra que he dirigido muchas veces con niños y adolescentes. Pero a mí me gusta la versión original, la de James Barrie, porque Disney ha hecho otra cosa. Peter Pan es un personaje increíblemente carismático, pero que, precisamente por ese carisma que tiene y por que está dispuesto a hacer cualquier cosa para seguir viviendo bajo sus propias normas, se convierte en un personaje muy peligroso. La verdad es que me encanta cuando la dirijo con los adolescentes y pido que se fijen, porque en la vida se van a encontrar con muchos Peter Pan, seres muy seductores que les van a llevar por el mal camino. En la historia original, donde se van de verdad los niños, no es ningún sueño, es interesante de qué manera Wendy consigue darse cuenta de que no puede seguir por ese camino; y esa idea me encajó muy bien con lo que yo quería contar. Es una versión realista, como si Peter Pan de verdad pudiera existir en nuestra ciudad y en vez de ser el niño que no quiere crecer es el niño que quiere vivir al margen de la sociedad.
Los personajes principales son niños y adolescentes en situación de exclusión social por razones económicas, pero sobre todo por motivos afectivos ¿Nuestra sociedad está llena de niños perdidos?
Yo creo que ahora mismo es uno de los problemas que tiene nuestra sociedad. Nos preocupamos mucho de la parte formal de la educación de nuestros hijos, que vayan a un buen colegio y de darles muchos estímulos, pero nos preocupamos menos del ejemplo que nosotros como adultos les damos.
Dosis de frustración
¿Cómo ha conseguido meterse en la piel de sus jóvenes personajes? ¿Supongo que sus alumnos y sus propios hijos le han dado la clave?
Sí (ríe). Como directora de teatro y dramaturga me dirigía muchísimo al público juvenil. Ahora parece que está en boga la literatura juvenil pero durante mucho tiempo ha sido el sector olvidado. De todas formas, creo que no se capta el lenguaje que los adolescentes quieren, con lo cual acaban malmetidos en su teléfono o internet, que están siendo realmente sus referencias culturales. Pienso que los que nos dedicamos a la cultura tenemos que hacer un pequeño esfuerzo para encontrar la forma no ya de hacer algo con lo que aprendan, sino algo que les interese a ellos.
¿El libro bebe de esas referencias culturales del mundo digital?
Esas referencias están un poquito presentes. La novela presenta a unos niños que viven muy sobreprotegidos, pero al mismo tiempo muy aburridos y muy poco valorados por sus propios padres, porque los protegen tanto que tampoco ven las posibilidades que tienen ni les dan responsabilidades; viven en una especie de capsulita en la que tampoco pueden desarrollarse. Cuando escapan de todo esto se enfrentan a un mundo que es salvaje y en el que tienen menos medios, menos chismes, pero al mismo tiempo con lo poco que tienen hacen más. Y ahí hay un poco de tirón de orejas a nosotros como padres. Yo creo que hoy en día la paternidad se ha obsesionado mucho con la protección. Estamos tan preocupados por su futuro que nos olvidamos que tienen un presente.
¿Esa sobreprotección convierte a nuestros hijos en seres más vulnerables?
Los niños necesitan ciertas dosis de frustración y fracaso. En algún momento les va a tocar pasarlo mal y hay que dejarles que aprendan a enfrentarse a las cosas.
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