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Formas y fondos
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Formas y fondos

La presencia de Marbella en Fitur ofrece un contenido corto de ambición en un envoltorio impecable. Los partidos, a lo suyo

Héctor Barbotta

Domingo, 22 de enero 2017, 11:30

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Hace ya algunos años un importante empresario hotelero andaluz confesaba en privado en pleno desarrollo de Fitur el verdadero motivo por el que no se perdía una sola edición de la feria. Consideraba que a efectos de promoción no conseguía gran cosa, pero era una oportunidad inmejorable para solucionar problemas en los distintos pueblos de Málaga y de otras provincias donde tenía intereses. Había tantos alcaldes desplazados a Madrid que conseguía resolver en una sola mañana y en un mismo lugar la misma cantidad de asuntos que en otras circunstancias le requerirían varias semanas de citas y decenas de desplazamientos.

El Ayuntamiento de Marbella recuperó el año pasado su expositor propio en Fitur como una seña de identidad de la política de promoción que quiere impulsar el actual equipo de gobierno y en contraste con la ausencia de los ocho años anteriores, en los que la política turística del equipo de gobierno del PP discurrió por otros derroteros. Este año, el stand ocupó el doble de espacio que el año anterior, con un área destinada exclusivamente a mesas de trabajo en las que las ocho empresas patrocinadoras han podido realizar su actividad.

Una de las frases que más se escuchan acerca de la feria turística de Madrid, la segunda del mundo por tamaño -sólo por detrás de la de Berlín aunque la WTM de Londres tenga mayor relevancia para la Costa del Sol por el peso del mercado británico en nuestro turismo- es aquella de En Fitur hay que estar. Sin embargo algunas veces parece que no se sabe bien para qué.

En Fitur confluyen el negocio y la política. Aunque en algunos pabellones -especialmente en aquellos donde presentan su oferta los destinos internacionales para los que el mercado español es decisivo- se respira y se palpa una intensa actividad de negocio, en el pabellón andaluz parece primar la política. Y no hay ninguna voluntad de disimularlo. Basta con recordar cómo fue la jornada inaugural, el pasado miércoles.

El pabellón fue inaugurado por la mañana por la presidenta de la Junta, Susana Díaz, que se tomó su tiempo para recorrer los ocho expositores andaluces. El interés que los alcaldes y dirigentes socialistas de cada una de las ocho provincias tomaron en fotografiarse con la líder de su partido fue tal que cuando habían pasado dos horas desde la inauguración del pabellón a la presidenta le faltaba todavía pasar por los dos últimos expositores, Málaga y Almería, y unos cuantos cientos de besos y sonrisas por repartir.

En un evento donde la prioridad fuese lo turístico, la agenda se hubiese desarrollado según lo previsto. Pero como en este caso la política estaba por encima, la delegación marbellí decidió postergar la inauguración de su stand hasta el saludo, los besos y la foto. Cuando ello finalmente se produjo, en medio de las aglomeraciones y los empujones de rigor, sólo entonces los representantes políticos de Marbella volvieron al stand municipal y se continuó con el programa. La inauguración del expositor estaba prevista a la una; se celebró a las tres y media.

Posiblemente haya quien interprete que este episodio no supera la categoría de anécdota. Es posible. Pero supone también toda una metáfora acerca de cuál es la prioridad de las delegaciones políticas en Fitur. No sólo la de Marbella, obviamente.

La presencia de la ciudad en la feria turística de Madrid ha sido de largo muy superior a la del año pasado. Tanto en el evento organizado en la noche previa a la inauguración, celebrado este año en un escenario de primera categoría como es el Teatro Real, como en el expositor de la feria, en el área municipal de Turismo han demostrado capacidad para sacar enseñanzas de la experiencia y traducirlas en un trabajo sensiblemente mejor.

Un evento previo claramente mejor que el del año anterior y un expositor en la feria más grande y vistoso que el de 2016 constituyeron un continente superior. Sin embargo, Fitur también ha demostrado que la estrategia turística de Marbella sigue quedándose corta en el contenido. Un discurso que insiste que Marbella no debe competir con los municipios vecinos como si hiciera falta repetirlo muchas veces en respuesta a un planteamiento que nunca se ha escuchado de boca de nadie y una serie de presentaciones que daban cuenta de una carrera solidaria para fomentar la adopción de mascotas, de una competición de gimnasia artística, de un folleto editado en colaboración con Ojén y de una nueva edición de Expobodas, suponen un bagaje ciertamente corto y mejorable. La animación que se vivió durante gran parte de las jornadas y las colas que se formaron en los momentos en el que el stand de Marbella repartía platos de jamón y raciones de lubina y servía mojitos podrían invitar a la lectura de que todo ha sido un gran éxito. Pero sería mejor preguntarse cuál es el contenido concreto de una estrategia que se presenta acertadamente sobre los pilares de la naturaleza, la gastronomía, el turismo deportivo, el ocio y la cultura y sin embargo no termina de desarrollarse. Posiblemente el balance pueda sintetizarse en que se ha cumplido con las formas, pero los contenidos se han revelado escasos.

No se trata de una responsabilidad que debe caer sólo sobre el Ayuntamiento. Aunque la mayor parte del peso corresponde a la institución, existe una responsabilidad compartida y el hecho de que solamente ocho empresas hayan respondido a la llamada de tomar parte activa en el stand expone por sí mismo cuánto camino queda todavía por recorrer.

La desestacionalización sigue siendo el gran desafío que Marbella tiene por delante. Es un empeño que no se puede afrontar con pequeños parches ni dándose por satisfecho con la animación del stand, el éxito de la gala en el Teatro Real o la puesta en marcha del foro de expertos.

Si en el terreno exclusivamente turístico el balance de la feria arroja un diagnóstico de cómo marcha la estrategia de la ciudad, en el político ha supuesto un paradigma de la buena salud y la fortaleza del sectarismo de los partidos. Independientemente de cuál sea la consideración que los grupos de la oposición tengan sobre la política turística del gobierno municipal, su ausencia de la gala con la que Marbella se presentó en Madrid es algo que va más allá del derecho a la discrepancia para entrar en la de una ausencia total de cortesía y de cualquier mínimo sentido del saber estar institucional.

Se trata de una ausencia que se puede entender en los ediles que no viajaron a Fitur, pero que constituye un desaire inaceptable por parte de quienes sí estaban en Madrid y optaron por boicotear el acto que convocaba su ciudad. En el PP había diferentes opiniones sobre si se debía asistir a la gala -y de hecho, la presidenta de la Mancomunidad, Margarita del Cid, hizo acto de presencia-, pero finalmente en el grupo municipal se impuso el criterio de Ángeles Muñoz: ni agua al enemigo.

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