Borrar
Bastón de mando. Jesús Gil toma posesión de la Alcaldía ante un joven y sonriente Carlos Fernández, hoy prófugo.
La huella de Gil 25 años después

La huella de Gil 25 años después

Cómo mirar la herencia del alcalde que marcó a fuego la vida política municipal de Marbella

Héctor Barbotta

Domingo, 22 de mayo 2016, 16:48

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

A los nativos digitales les puede resultar difícil imaginar cómo era la vida en 1991. Los teléfonos móviles eran un artículo de minorías, incómodos y poco operativos. Había que llevarlos en un maletín. El ordenador no formaba parte de la logística doméstica, las películas se grababan en VHS y las redes sociales se tejían cara a cara. Algunos trazos del paisaje, sin embargo, pueden resultar familiares 25 años después: había crisis económica y paro, la corrupción preocupaba y el prestigio de los partidos se arrastraba por el fango.

Audiencia con el Rey y el presidente

  • Fiel a su estilo excesivo, la misma noche electoral y mientras era felicitado por sus incondicionales, Jesús Gil anunció que pediría audiencia al Rey y al presidente del gobierno. Las declaraciones, para consumo interno y ajenas a cualquier atisbo de realidad, quedaron reflejadas en las crónicas de la época, donde no dejaba de exhibirse la sorpresa por la victoria arrolladora del GIL 19 ediles frente a 4 del PSOEy 2 de ISP. El PP e IUquedaron fuera del Ayuntamiento.

Aunque el desencanto no había dado lugar a partidos nuevos, José María Ruiz Mateos había conseguido con una agrupación de electores dos eurodiputados en las elecciones de 1989. Aún así, no fueron muchos quienes se tomaron en serio al presidente del Atlético de Madrid un empresario faltón y chabacano, indultado por Franco tras una promoción mal hecha que dejó un reguero de muertos, de cuerpo gigantesco y modales toscos que se pasaba la vida arremetiendo contra los árbitros cuando anunció que se presentaría a las elecciones municipales en Marbella, donde tenía intereses inmobiliarios. Su propuesta era sencilla: El Ayuntamiento debía ser gestionado como una empresa, él quería vender sus pisos y que si a él le iba bien, a los demás también. Poco después confesaría con desparpajo que le había salido más barato convertirse en alcalde que comprar al político de turno.

La ciudad había vivido una etapa de inestabilidad política y en sus calles se notaban los efectos de la crisis y la inoperancia. Había suciedad, prostitución callejera y una sensación general de abandono. Posiblemente por eso una buena parte de los vecinos de Marbella sí se tomó en serio a Jesús Gil, que había creado una marca electoral, el Grupo Independiente Liberal, cuyas iniciales coincidían con su apellido y a quien las televisiones y las radios ofrecían horas de exposición pública porque sus exabruptos divertían al personal y disparaban los índices de audiencia.

El resto es historia conocida. El 26 de mayo de 1991 Gil barrió en las elecciones. Con 20.531 votos (64%) laminó a sus rivales, obtuvo 19 de los 25 concejales en liza e inició una larga etapa de 15 años de dominio absoluto sobre la ciudad, con otras tres mayorías absolutas más, que no se interrumpió siquiera cuando tuvo que abandonar la alcaldía por una condena de inhabilitación en 2002 y tampoco cuando falleció dos años más tarde. El gilismo no acabó hasta que en 2006 la policía irrumpió en el Ayuntamiento para llevarse esposados a los concejales que aún administraban su legado.

Antonio Sampietro formaba parte en el número cuatro de la primera lista del GIL. «Era un momento de gran ilusión por el cambio. Ahora la gente no se acuerda, pero cuando llegó Gil la ciudad estaba abandonada asegura desde San Pedro, donde aún reside, otra cosa es que después nos haya engañado».

En su primer mandato, Gil sentó las bases de su aplastante hegemonía electoral posterior. En pocos días le dio un lavado de cara a la ciudad, eliminó con métodos expeditivos y exentos de miramientos legales la mendicidad y la prostitución callejeras, ofreció seguridad a quienes la reclamaban sin importar el método y comenzó algunas de las que serían sus obras más emblemáticas, como el paseo marítimo construido sobre la arena que le valdría a la ciudad la multa más alta de la historia institucional española. Pese a que la legalidad no era más que un obstáculo que había que saltarse para ir rápido, no cosechaba más que aplausos. «El sabía que en aquel momento de crisis no iban a venir muchas inversiones pero tenía que aprovechar para sembrar su futuro político para cuando empezara a llegar el dinero. Tenía que conseguir un efecto óptico populista y lo hizo muy bien», rememora Sampietro, que en aquel momento ocupaba dos puestos clave: la Tenencia de Alcaldía de San Pedro y la Concejalía de Urbanismo.

También en un puesto clave, el de secretario del Ayuntamiento, estaba el entonces joven abogado Pedro Moreno Brenes, que por su defensa de la ley no tardó en chocar con Gil. «Aquello fue un ejercicio de masoquismo colectivo, porque la gente sabía que era un ladrón y sin embargo lo votó», valora desde su puesto de profesor de Derecho en la Universidad de Málaga. «Desde el primer momento desmanteló el Estado de Derecho y ni el PP ni el PSOE supieron reaccionar porque cada uno pensó que podía utilizar a Gil en contra del otro. La prensa también tardó en reaccionar», lamenta.

El enfrentamiento era inevitable y el resultado se lo adelantaron en el Ministerio cuando, como habilitado nacional, fue a pedir respaldo. «Cuando un alcalde y un secretario se pelean le dijeron gana el alcalde». Moreno Brenes tuvo que aceptar las vacaciones forzosas que le impuso Gil y acabó buscando otro destino. De los escasos apoyos con los que contó recuerda al entonces gobernador civil de Málaga, Francisco Rodríguez Caracuel.

Las adhesiones llegaban a borbotones y apenas se producían deserciones. Una de ellas fue la de Sampietro, que antes de que se cumpliera el primer mandato abandonó el barco. «Como concejal de Urbanismo me llegaban licencias sin informes técnicos ni jurídicos y yo me negaba a firmarlos. Gil me llamaba a su despacho y me echaba unas broncas monumentales. Finalmente me quitó para poner a Roca».

Junto con Sampietro, otros tres ediles salieron del Ayuntamiento en silencio: Victoria Luque, Juan Luis Balmaseda y Antonio Serrano. «Los cuatro que nos fuimos teníamos de qué vivir, se quedaron los que necesitaban de aquello para comer», asegura Sampietro, que años después fue repescado por Gil para su aventura política en Ceuta y que resultaría procesado y posteriormente absuelto en el caso Saqueo 2. «En la Fiscalía me dijeron que me tenían que imputar en esa causa por haber sido presidente de Ceuta, pero no había nada contra mí», sostiene.

¿Por qué duró tanto la impunidad ejercida desde el Ayuntamiento de Marbella? El exdelegado provincial de Urbanismo de la Junta de Andalucía Enrique Salvo Tierra aventura una respuesta. «Aquello era un desafío nuevo para el que no había respuesta», asegura. Desde su puesto, Salvo Tierra protagonizó enfrentamientos y una relación institucional imposible ante la demanda de Gil de que se aprobara el Plan General de Ordenación Urbana en el que pretendía amparar sus desmanes. «Nunca antes un alcalde había tensionado hasta ese punto las relaciones con otras instituciones reivindicando una autonomía municipal absoluta», explica el exdelegado, biólogo de formación y hoy profesor de Ciencias Ambientales en la Facultad de Ciencias de la UMA. Salvo Tierra asegura que los recursos con los que contaba Gil, sobre todo a la hora de plantear batallas en los tribunales, eran muy superiores a los que podía disponer desde la Delegación provincial de Urbanismo. «Había una desproporción importante y la tensión era permanente», recuerda.

¿Cuál es la huella que deja el gilismo? Para Enrique Monterroso, profesor en aquella época en el Centro de Profesores de Marbella y ahora jubilado tras haber pasado por el Ayuntamiento como concejal de Izquierda Unida, la más tangible es la deuda de 550 millones de euros que arrastra el Ayuntamiento y la falta de los equipamientos públicos que no se hicieron y para los que ahora resulta difícil encontrar suelo, pero también la prueba de la fragilidad de la democracia es una ciudad con déficit identitario.

Para Moreno Brenes existe «una herencia brutal» materializada sobre todo en una plantilla municipal a la que la mayor parte de sus integrantes accedieron por enchufe en aquella época y que ahora bloquea las posibilidades de jóvenes que no pueden aspirar a un empleo público, pero también una herencia moral muy dura. «Gil creó un estilo, mientras saqueaba la ciudad se le reían las gracias», lamenta.

También Sampietro resalta que Gil creó una escuela que hoy parece tener una pléyade de seguidores. «En aquel momento se creía que era el único chorizo del mundo y con lo que estamos viendo hoy parece un angelito de la caridad».

Para Salvo Tierra, una de las conclusiones más destacadas que pueden obtenerse es que Gil desnudó las debilidades del sistema, y aunque creó una escuela cuya estela puede verse hoy en día en los casos de corrupción que afloran continuamente, también obligó a reflexionar desde el punto de vista jurídico para contar con más armas para combatirlos. «Antes recuerda ni siquiera estaba tan claro qué era delito urbanístico».

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios