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Rafael Lechowski, artesano del arte (in)sano

Rafael Lechowski, artesano del arte (in)sano

El poeta y MC zaragozano ofreció a sus oyentes y lectores un íntimo show cargado de sentimiento, honestidad y filantropía. Rap y jazz como alquimia del dolor

SEBASTIÁN ARTEAGA

Sábado, 4 de junio 2016, 12:11

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Para muchos, Rafael Lechowski es ese MC que escucharon con 15 años y que, tras oír una canción suya por primera vez, la percepción de lo que entonces se entendía por rap dinamitó irreversiblemente. Frente a los asimilados tópicos del hip-hop exportados por la mediatización del fenómeno en EEUU, de repente un MC nos habla de su mundo interior: de su (des)amor hacia la condición del hombre, que diría Mumford. Del deseo de desear, de la necesidad de necesitar, de superar crisis existenciales a través de los grandes problemas que envuelven al ser humano desde que tuvo uso de razón: el tiempo, la muerte, la vida. En definitiva, de El Arte de Amar, del que ya hablaron desde Ovidio a Erich Fromm. Y claro, el niño deja de serlo, y crece, aprendiendo el arte de vivir en este mundo kafkiano; el gusano metamorfosea en mariposa.

Un público selecto

La sala París 15 se llenó de una audiencia madura que sabía perfectamente a lo que venía. No queremos un concierto lleno de luces, ruido y artificio () Escribimos para que nuestro ego muera de hambre () Queremos ejercitar la sensibilidad, afirmaba Rafael minutos después de presentarse mediante un lírico prólogo. Por supuesto, la sala estalló en aplausos y emoción contenida, esperando ser liberada de manera catártica. ¿Cómo? Con el rap, el jazz, la improvisación y el recital. Sprechgesang puro en su más amplio espectro.

Spok y Moreti fueron sin embargo los encargados de desempolvar el escenario. El caballero oscuro de DNCs, autor del delicioso El Kraken de mi Bañera, demostró una evolución tremenda respecto a sus trabajos anteriores: entonaciones, toques de soul, flow versátily sobre todo, ingenio (piedra filosofal del rap). Adrián transmuta lo freak en crítica social postmoderna, de lo cotidiano individual a lo colectivo trascendente. Una variada paleta de color, de sinestésicos resultados. Sus improvisaciones hicieron alucinar en colores. Con Iván Abando y Zocone, el ambiente se tornó oscuro, pero placentero. Y además, Zaragoza ciudad llamaba a la puerta

El MC hipersensible

Lechowski consiguió anoche lo que muy pocos músicos consiguen incluso en la etapa final de su carrera: moldear el silencio. El poeta de origen polaco, cada vez que agarraba el micrófono y pronunciaba algunas palabras con su dulce voz, envolvía de silencio la sala; un silencio vibrante, del que rezumaba vida. Por supuesto, no faltaron manos en el aire, vítores y aplausos entre cada pieza.

Por Amor al Odio, El Artesano del Arte Insano o Soy Loco por ti fueron recibidas con la fuerza del superhombre nietzscheano. Y es que el nihilismo de Lechowski es, como diría el filósofo, activo, pues del dolor extrae belleza. Desoculta las sombras de la existencia humana, como si de Unamuno o Dostoievski se tratara. Entre Molinos y Campos de Olivo demuestra, quijotescamente, cómo transformar el plomo en oro.

La aliteración y el calambur son los recursos que mejor domina Lechowski. Combinados con sus pausas, cadencias sonoras y cambios de volumen a la hora de rapcitar (rapear y recitar), la presencia del maño era tal que llenaba la sala con su sonrisa de clase obrera. En definitiva, un soldado del sentimiento que, mientras trata de (des)amar lo que le rodea, incluso a él mismo, consigue ser amado por los amantes del arte y de la máxima lo bueno si breve, dos veces bueno. Quizás como la vida misma.

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