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Secuencia de 'Son of Saul'
He visto cosas que no creeríais
FLASHBACK

He visto cosas que no creeríais

Txema Martín

Viernes, 27 de noviembre 2015, 12:56

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El Fancine clausuró anoche su vigesimoquinta edición con una galita celebrada en el cine Albéniz. La película ganadora resultó ser la japonesa 'Tag', una colorida y estimulante comedia de sangre, una especie de adaptación del manga a la carne y el hueso femenino a cargo del director 'trash' Sion Sono. Probablemente haya sido lo mejor, junto a otras cintas como 'Turbo Kid' (premio del público), la plomiza 'The Assassin' (mejor director) o mi favorita, 'Bridgend' (que se va de vacío), de una sección oficial irregular, tirando a mediocre, que ha deslucido el aniversario. Confiamos en que esas 10 películas a concurso hayan sido la mejor selección posible de las 350 cintas presentadas, pero preocupa el rutinario nivel artístico que el Fancine, después de tantos años, es capaz de atraer para su sección oficial.

La dosis de sublimación artística, que la ha habido y ha sido imponente, ha recaído principalmente en la excelente oferta de sus secciones informativas. Ahí sí hemos disfrutado de títulos que van a dar mucho que hablar en los próximos meses: desde el claustrofóbico viaje al interior de Auswitch propuesto por 'Son of Saul' -jamás una cámara ha llegado hasta lo más profundo de un campo de exterminio- hasta el prodigio visual de animación stop-motion de 'Anomalisa', pasando por sorpresas como el thriller británico 'Hyena', recuperaciones como 'Wake in fright' o la fiesta ruidosa vivida con el clásico 'Rocky Horror Picture Show', con una sala repleta de un éxtasis alejado de supervisiones paternas que a mí se me hizo ligeramente excesivo.

No es un festival perfecto, ninguno lo es, y la organización del Fancine tiene aspectos mejorables. Bastaría con tener memoria de aprendizaje para evitar que este festival haya cumplido 25 años repitiendo los mismos errores, una edición tras otra. Esta edición hemos vuelto a ser espectadores de películas que daban tirones, proyecciones con una calidad fácilmente superable por cualquier tecnología doméstica, la indescriptible inmadurez de un sector del público que a día de hoy se le dispara la risa nerviosa con las escenas de sexo, y retrasos en casi todas las proyecciones a las que este redactor ha asistido. De manera incomprensible, del Albéniz sólo se utiliza un único acceso para todas sus salas, provocando colas innecesarias en la puerta. Las entradas numeradas y la impuntualidad que habita en nuestro ADN provocan que hasta los 15 primeros minutos de película haya filas enteras levantándose de sus asientos. El programa de mano continúa editándose en una sábana incómoda que no da más información de la película que su título, hora y sección, así que el espectador menos experimentado se pierde. Pero algo tiene el Fancine que despierta nuestro cariño. Este festival universitario saca sobresaliente en su programa pedagógico y en la atención a la prensa; su responsable, Antonio Somoza, es lo que podríamos denominar 'un crack' y su equipo tiene detalles como distribuir entrevistas propias de los invitados, otra cosa es que a alguien pueda interesarle lo que opina de la vida un director desconocido. Pero es en ese equipo humano que trabaja por el festival donde más resplandece una fórmula afectuosa que disculpa sus errores y que nos hace pedir, reclamar y reivindicar 25 años más de Fancine.

Fraude en el cine español

El sistema fraudulento de compra de entradas para acceder de forma tramposa a ciertas subvenciones se ha destapado ahora, pero era bien conocido por todo el cine español y por muchos de sus adláteres. Rara ha sido la edición del Festival de Málaga en la que no se ha hablado, de forma oficial u oficiosa, de la afición a este tipo de maniobras de ciertos productores de abolengo. En la gran familia del cine español las ovejas negras se encuentran en lo más alto de la pirámide: el primer imputado por fraude ha sido el magnate González Macho, que dimitió como presidente de la Academia, quizás porque lo veía venir. Me pregunto con qué cara acudía a las reuniones con el Ministerio a pedir más dinero mientras que, según parece, se lo llevaba bajo cuerda. Es probable que caigan más, y eso implicará el desplome de un sistema de subvenciones que ha tenido la trampa adherida de una forma intrínseca.

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