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Fotograma de ‘Zombis Nazis 2’.
Fancine resurrection
flashback

Fancine resurrection

Txema Martín

Viernes, 28 de noviembre 2014, 12:56

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El año pasado, algunos seguidores del Fancine mostramos nuestra decepción por la marcha que había tomado el certamen durante las últimas ediciones. La Semana de Cine Fantástico tocó fondo. Las películas eran malas hasta lo memorable, pero no como esas pelis de serie B que dan risa. Malas sin gracia. El público respondió con una triste indiferencia y se convirtió en fantasma, se evaporó. Hubo proyecciones con cinco espectadores -lo nunca visto- y aquello tenía pinta de cualquier cosa menos de un festival de cine. Para colmo, la orquesta de la organización estaba dirigida por un sordo, alguien totalmente ajeno a lo cinematográfico, un director ausente y portátil, un empresario de la publicidad, para colmo, responsable la pérdida total de norte en la imagen del Fancine: de las excelentes y talentosas creaciones de Oyarzábal pasamos sin remedio a imágenes tomadas de bancos de imágenes en Internet, acusaciones de plagio que provocaron sonrojo, o el abuso enfermizo de la dichosa figurita del gato chino de la suerte, que ya está bien. Ante semejante panorama, el Vicerrectorado de Cultura, con Chantal Pérez al frente, se decantó este año por un comité de dirección formado por cinco profesores, una elección tranquilizadora pero insuficiente. Por su parte, el publicista aquél no ha sido abducido del todo y sigue extrañamente vinculado al festival como miembro de un misterioso comité de honor, situación que comparte nada menos que con Antonio Banderas. Los motivos del Vicerrectorado por esta singular apuesta se escapan a la razón. Habrá que buscarlos en el terreno de lo paranormal.

La mejoría

Seamos optimistas, el Fancine ha mejorado y, como buen resucitado, parece que anda. La programación ha tenido algunos golpes de sabor parecido al de los mejores años, aunque con menos terror y más fantasía (qué difícil resulta encontrar una película que dé miedo, cine español aparte). Su selección de películas actuales, con la oportunidad única de ver preestrenos de películas alejadas del circuito comercial y obras de autores clave en la renovación del género, ha provocado que el Fancine vuelva a nutrirse de aficionados, rememorando su clásica atmósfera de público diletante que anima y suscita otro motivo para la militancia más entusiasta. Los mejores momentos de esta edición han pasado por la loca lluvia de palomitas con Zombis Nazis 2, el reencuentro con el thriller más naif y ochentero con The Guest, los ejercicios de estilo de cintas como White god o It follows o el orgullo friki de autores que prestan otra acepción a lo bizarro, como Kevin Smith. Poder charlar con los directores después de las proyecciones es un lujo. Y, también este año, zombis en carne y hueso celebraron su marcha callejera e incluso ha habido un escenario al aire libre con actuaciones de lo más variopintas, detalles pocos- que consiguen eso tan importante de sacar el festival a la calle. Dejarse ver, aunque dé miedo.

Los síntomas

El Fancine es un festival estupendo, amable y necesario, pero en el fondo acomplejado. Su propia humildad es quizá su principal lastre, un extraño tic de falta de ambición que le hace cometer una y otra vez los mismos errores de primerizo, convirtiendo a este certamen en una suerte de festival de la marmota. Por ejemplo, programar varias películas a la misma hora es una sincronía desafortunada porque sólo provoca colas y nerviosismo, y que contradice a los que ven la fila de espectadores como el paradigma del éxito. Además, la información que se le da al espectador es mínima y antipática; el programa es una enorme sábana con tan poca información que es difícil encontrarse otro ejemplo de un espacio peor aprovechado: al espectador se le dice el título, la hora, la sala, y vaya usted a buscar la información por su cuenta o acceda a la que le regurgite el estómago de mejor manera. Y las secciones retrospectivas, tan apreciadas por el público malagueño, parecen seleccionadas con desgana. Son, en fin, detalles que habría que decirle al director del festival, si existiera. Así que, pese a la mejoría, el Fancine permanece en estado reservado y debe ser cauteloso, porque de ser un resucitado a convertirse en un muerto viviente hay, de hecho, poquísima distancia.

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