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Verano de 1988. Juan Bautista Salado (con camiseta negra) ayuda a tirar a un tío suyo a la piscina en Benagalbón junto a varios familiares y amigos.
Aquel verano del arqueólogo juan bautista salado

Aquel verano del arqueólogo juan bautista salado

Se crió en Portada Alta, pero las vacaciones las pasaba en el pequeño pueblo de sus padres, con excursiones, jugando en las calles y en la playa de Rincón de la Victoria

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Jueves, 31 de agosto 2017, 00:42

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Juan Bautista Salado Escaño (Benagalbón, 1972) es el menor de tres hermanos. Este arqueólogo, especializado en la época de Al-Ándalus, es el actual director del Museo de la Historia de Nerja, un espacio inaugurado en 2011 y que está siendo objeto de una profunda renovación de sus contenidos desde que él asumió el timón hace poco más de un año. Su hermana mayor, Fabiola, fue como comerciante durante más de 20 años y su otro hermano, Francisco Salado, es actualmente el alcalde de Rincón de la Victoria, un municipio que ya gobernó en otras dos etapas, entre 2005 y 2007 y entre 2011 y 2015.

‘Juanbu’, como le llaman sus familiares y amigos, estudió Historia en la Universidad de Málaga y tiene un máster en Museología por el Instituto Iberoamericano de Museología. Se aficionó a conocer el pasado y tuvo claro que quería ser arqueólogo cuando de pequeño vio la película ‘Excalibur’. «Aquello me marcó, sobre todo por la escena en la que lanzan la espada al lago y dicen que emergerá. Me dije: yo tengo que encontrarla», rememora el historiador, divorciado y con dos hijas, de 18 y 14 años, que viven actualmente en Canarias.

Los veranos de la infancia para ‘Juanbu’ Salado son sinónimo de su Benagalbón natal, un pequeño pueblo que aún conserva el tipismo de la Axarquía, con sus calles estrechas y encaladas. Aunque nació allí, se marchó a la capital malagueña cuando apenas tenía un año. Sus padres montaron una carnicería en el barrio de Huelin, aunque ellos vivían en Portada Alta. «Imagínate, salíamos de la ciudad y nos íbamos al pueblo, en el monte, con los abuelos y los primos. Pasábamos el verano jugando en la calle, haciendo excursiones a la playa, bajábamos a pie por el río, a lo largo de tres kilómetros, solos», dice.

«Bajábamos a la playa a pie, caminando por el río, y nos bañábamos en las albercas», recuerda

«Eran otros tiempos, los niños vivíamos en la calle, los padres y abuelos nos decían eso de ‘qué estarán haciendo tanto tiempo en la calle, dónde estarán’, cuando ahora ya no hay apenas niños que juegan en la calle», reflexiona Salado. Si hay una palabra que define, según él, aquellos veranos de su infancia, en los años setenta y ochenta, en lo que entonces era un pequeño pueblo agrícola, con una conexión por carretera de más de una hora con la capital, esa es, sin duda, «libertad». «Vivíamos en la calle, en el campo, bajábamos a la playa por el río, nos bañábamos en las albercas, cogíamos moras, nísperos...», dice.

Una de las excursiones que no podía faltar en esos largos estíos con la pandilla de adolescentes era al entonces colegio concertado de las Juventudes Marianas Vicencianas, conocido hoy como La Marina, «en el que sólo había entonces niñas», apostilla. «Íbamos la pandilla y nos poníamos a esperarlas en la puerta, a intentar ligar con ellas, y a participar en sus juegos, porque había como una especie de colonias de verano», cuenta Salado, quien aclara: «Nunca conseguíamos nada, pero era nuestro entretenimiento, después de bañarnos en la playa de Torre de Benagalbón, junto a la desembocadura del río por el que bajábamos caminando».

En detalle

Se apasionó por la Historia tras ver la película ‘Excalibur’. Después de terminar la carrera en la UMA intervino en decenas de yacimientos de España. Un viaje que le marcó fue el que hizo en 2009 a Kenia, donde supo «qué es la pobreza extrema». Trabaja como director del Museo de la Historia de Nerja, que está en renovación

El paisaje es uno de los elementos que más ha cambiado en Rincón de la Victoria, debido al urbanismo expansivo, lo que se ha dejado sentir especialmente en la conservación del patrimonio arqueológico local. «Es un mal endémico en toda España, tenemos una buena normativa, pero lamentablemente no se cumple. Todas las administraciones son culpables», opina ‘Juanbu’ Salado, que ha trabajado en decenas de excavaciones arqueológicas, realizadas en promociones inmobiliarias, a lo largo de toda la geografía española.

Entre otros monumentos, ha trabajado en la Alcazaba de Málaga y en el castillo de Gibralfaro y fue el encargado de catalogar e inventariar la villa romana de Torre de Benagalbón, cuyos restos siguen sepultados bajo toneladas de grava a la espera de un proyecto para crear un centro de interpretación sobre ellos. «Rincón de la Victoria tiene un patrimonio arqueológico muy rico, pero ha sido muy maltratado», confiesa Salado.

En una época más reciente, el arqueólogo asegura que un viaje estival que le marcó fue el que hizo en 2009 junto a un primo suyo a la capital de Kenia, Nairobi, para visitar a otro primo que, por aquel entonces, trabajaba en la ONG Médicos Sin Fronteras. «Me marcó, sobre todo las visitas que estuvimos haciendo a diario al barrio de Korogocho, donde viven 200.000 personas entre basuras, es el mayor vertedero de África», dice. «Allí supe qué es la pobreza extrema. Recuerdo que otro día fuimos a conocer a la tribu de los masais, y le pregunté a un jefe si él era feliz. Me respondió que sí, que por supuesto, que tenía a su familia junto a él, vivía en la sabana y tenía para comer», rememora el arqueólogo rinconero, que ha trabajado en dos etapas como cargo de confianza junto a su hermano en el Ayuntamiento, entre 2005 y 2007 y entre 2011 y 2015. «No he ido nunca en una lista, siempre he trabajado en segunda fila», comenta.

En su actual responsabilidad al frente del museo nerjeño, Salado afirma que está «ante un reto apasionante». «Estamos consiguiendo darle un giro al museo, está ganando visitantes y lo estamos acercando a la gente del pueblo. Estamos ahora inmersos en la segunda fase de la renovación de los contenidos», añade el historiador.

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