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Daniel Rojas, junto a su empleada Alexane.
Un campero alpino

Un campero alpino

Un malagueño triunfa en los Alpes franceses ofreciendo en su food truck uno de los platos más malagueños

Juan Soto

Viernes, 26 de mayo 2017, 12:53

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En Saint-Michel-De-Maurienne, un pequeño pueblo próximo a algunas de las estaciones de esquí más famosas de los Alpes franceses, un malagueño se gana la vida vendiendo camperos en una food truck. No se trata de ninguna broma ni de un chiste malaguita. Es la historia de éxito de Daniel Rojas, un joven que se vio obligado a emigrar con sus padres a tierras francesas y que nunca ha olvidado sus raíces. Su negocio, Paco Campero, funciona tan bien que incluso ya planea la apertura del que será su primer restaurante en el pueblo. Mi ilusión es que el campero se conozca en toda Francia, desea.

Pese a encontrarse a más de 1.700 kilómetros de distancia, este malagueño ha logrado abrirse un hueco entre los croasans y los crepes más típicos de aquel país. También les ha ganado la batalla a las hamburguesas y a los showarma. El campero es el producto estrella en todo el valle, confiesa orgulloso. Pero en su pequeño puesto no sólo se conforma con vender camperos. También ha introducido los molletes de Antequera e incluso la fritura, aunque ninguno de ellos ha logrado tanto éxito como el campero. Los franceses dicen que es una combinación perfecta de sabores.

Su defensa del producto patrio no se queda ahí. A todo el que llega a su negocio le explica el origen del campero con una ilustrativa historia de su Málaga natal. Les dice que es un alimento exclusivo de la ciudad, aunque muchos se piensan que se come en toda España o que incluso se lo ha inventado él. Daniel confiesa que montó este negocio porque considera que es un superproducto. Cansado de trabajar como leñador, un trabajo muy duro y por el que cobraba muy poco, decidió emprender y llevar sus orígenes hasta uno de los picos más altos de Francia. Daniel lleva 30 años alejado de la ciudad pero se considera andaluz y todos los años se escapa dos o tres veces a visitar a la familia y a los amigos. Mi sueño era importar un producto de mi tierra, resume con un marcado acento francés aunque sin dejar de utilizar palabras malaguitas como pechá o petao.

Su primer campero lo probó hace más de dos décadas, pero lo recuerda como si fuera ayer. Tenía 12 años y lo comió por la insistencia de un primo suyo en un pequeño local de Carranque. Le gustó tanto que desde entonces no ha parado. De hecho cada vez que viene a Málaga es su comida estrella. Dice que para probar las novedades y los cambios que se introducen. Es para estar al día, creo que conozco todos los negocios de camperos de Málaga, dice.

Sobre los camperos que ofrece en su gastroneta detalla que los que más gustan son los tradicionales de pollo o de jamón y queso, aunque él también ha introducido alguna variante picante que llama ardiente pese a que allí nadie sabe lo que significa- o uno americano con carne de buey, mahonesa y patatas fritas. Relata que uno de sus principales secretos es que el alioli lo sigue comprando en el Makro, en Málaga, y que el pan se lo elabora un panadero de la región aunque con la receta del auténtico bollo malagueño.

El éxito del este plato en aquella parte de Europa ya la hace pensar en cotas mayores. Pese a que no las tenía todas consigo cuando comenzó este reto, ahora ha decidido abrir su primer negocio físico en el pueblo y desarrollar franquicias por todo el país, aunque para ello cambiará el Paco Campero por un más sencillo Camperos. En el restaurante, que aspira abrir la próxima primavera, también ofrecerá otro de los éxitos de la gastronomía local: las papas asadas. Estoy seguro de que van a flipar aquí con ellas, augura.

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