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Manuel González García, el santo que combatió el abandono de los sagrarios

Manuel González García, el santo que combatió el abandono de los sagrarios

El beato, impulsor de la Unión Eucarística Reparadora, fundador de las Misioneras Eucarísticas de Nazaret y obispo de Málaga y de Palencia será canonizado mañana en el Vaticano

PPLL

Sábado, 15 de octubre 2016, 15:34

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Figura crucial en la Iglesia española de la primera mitad del siglo XX, Manuel González García (Sevilla, 1877; Palencia, 1940), que será canonizado mañana domingo es, además del fundador de las Hermanas Nazarenas e histórico obispo de Málaga y Palencia, un promotor clave de la devoción a la eucaristía.

Lo fue a partir de su propia experiencia vivida en el pueblo sevillano de Palomares del Río, cuyo sagrario abandonado y lleno de telas de araña le marcó para toda la vida, como destacó en 2001 el propio Juan Pablo II cuando fue beatificado.

Entonces, Juan Pablo II le recordaba como "un modelo de fe eucarística, cuyo ejemplo sigue hablando a la Iglesia de hoy".

Manuel González García, fundador de la Congregación de las Misioneras Eucarísticas de Nazaret, nació en Sevilla el 25 de febrero de 1877 y fue niño cantor en la catedral de esa ciudad.

Ordenado sacerdote por el cardenal Marcelo Spinola, fue enviado al pueblo sevillano de Palomares del Río, donde comenzó a combatir el abandono de los sagrarios, orando en las iglesias donde estaban abandonados por los fieles y a trabajar para que Cristo Eucaristía fuera amado y conocido.

"Allí de rodillas mi fe veía a un Jesús tan callado, tan paciente, tan bueno, que me miraba, que me decía mucho y me pedía más, una mirada en la que se reflejaba todo lo triste del Evangelio. La mirada de Jesucristo en esos sagrarios es una mirada que se clava en el alma y no se olvida nunca. Vino a ser para mí como punto de partida para ver, entender y sentir todo mi ministerio sacerdotal", dejó escrito el santo.

En 1905 fue destinado a Huelva, donde se encontró con una situación de notable indiferencia religiosa, pero su amor e ingenio abrió caminos para reavivar la vida cristiana.Viajó a Roma, donde fue presentado a Pío X, a finales de 1912, como el "apóstol de la Eucaristía". El Papa bendijo sus iniciativas para reavivar la Eucaristía, que culminó en 1921 con la fundación de la Congregación de las Misioneras Eucarísticas de Nazaret, presentes en España, Portugal, Argentina, Ecuador, México, Perú, Venezuela y Roma.

Antes, en 1920 fue nombrado obispo de Málaga, donde potenció las escuelas y la catequesis parroquial. Ese nombramiento lo celebró reuniendo en una comida festiva a los niños pobres, a quienes autoridades, sacerdotes y seminaristas sirvieron en una mesa que buscó convertir en prolongación de la mesa eucarística.

Con la proclamación de la II República, en 1931, su situación se hizo muy delicada y tuvo que huir a Gibraltar, tras ser amenazado de muerte. En 1935 el papa Pío XI lo nombró obispo de Palencia, donde intensificó la catequesis. En los últimos años su salud empeoró, falleciendo en Madrid el 4 de enero de 1940. Sus restos descansan en la capilla del sagrario de la catedral de Palencia. Sobre su tumba se lee una última voluntad: "Pido ser enterrado junto a un Sagrario, para que mis huesos, después de muerto, como mi lengua y mi pluma en vida, estén siempre diciendo a los que pasen: ¡Ahí está Jesús! ¡Ahí está! ¡No lo dejéis abandonado!".

El milagro que le llevó a los altares se cumplió en la curación de una mujer palentina que sufría de peritonitis tuberculosa. Según la Conferencia Episcopal, la vida y obra del nuevo santo constituyen "un modelo para la Iglesia y para nuestro tiempo, tan necesitados de espíritu contemplativo, de entregada actividad caritativa y de volver a la mesa eucarística donde Cristo se hace presencia cercana y Pan vivo que alimenta y fortalece".

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