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Serrano, a la derecha, recibe el diploma.
38 años con las botas puestas

38 años con las botas puestas

Miguel Serrano es el agente en activo más veterano en las unidades de intervención policial

Alvaro Frías

Viernes, 27 de mayo 2016, 00:37

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El día que puso por primera vez un pie en las antiguas Compañías de Reserva General, la vida de Miguel Serrano no iba a tener vuelta atrás. Entonces se calzó las botas y conoció a la que se convirtió en su otra familia, esa que hoy viste de azul y que ha pasado a denominarse Unidad de Intervención Policial (UIP). Lleva ya 38 años formando parte de ella, en la que ya es el antidisturbios más veterano de todo el territorio nacional.

Miguel no es muy alto. Sus manos son robustas, curtidas a base de años de acción policial. Al detenerse a hablar, para relatar sus experiencias, sus compañeros no tardan en acercarse. Son los once agentes que ayer, junto a Serrano y otros tres responsables de la unidad, recibieron un diploma en señal de reconocimiento por los años de servicio que han prestado en este grupo. La entrega se hizo coincidiendo con los actos de celebración del 25 aniversario de la creación de la V UIP, que presidió el delegado del Gobierno en Andalucía, Antonio Sanz, en la Diputación Provincial.

Miguel es el mayor de todos, sin embargo, es uno más de los 246 agentes que componen la V Unidad de Intervención Policial, con base operativa en las ciudades de Málaga y Granada. A sus 65 años, con la mirada sincera, ayer recordaba con una gran sonrisa aquel 28 de enero de 1991, cuando él y sus 11 compañeros homenajeados se incorporaron por primera vez al servicio de la unidad de intervención policial.

«Sin pasar por la base, directamente nos mandaron a Madrid por un operativo que se había establecido por la Guerra del Golfo». Es un ejemplo del día a día de su profesión, en el que, como sentencia en su estado de Whatsapp, está «siempre disponible».

Explicaba que los funcionarios de la UIP no pueden planificar con mucho tiempo si estarán o no en un evento. «Recuerdo unas navidades en las que todos tenían ya pensado cómo las pasarían con sus familias, pero entró una llamada de última hora y hubo que irse pitando para Melilla», aseguraba Miguel Serrano.

Por ello, los compañeros acaban convirtiéndose en una nueva familia. «La otra ya tiene bastante con lo suyo como para preocuparla con lo que pasa en el trabajo», insistía, rodeado los otros agentes de la UIP, que asentían aprobando sus palabras.

Todos se conocen bien. Pasan los días juntos, horas de convivencia y de actuaciones en las que la persona que les acompaña se convierte en el mejor amigo: El compañero en el que se deposita la confianza en el día a día y en el que se pone en sus manos la vida cuando el furgón azul sale a la calle.

Precisamente es en la calle donde las cosas cambian. Miguel insistía en que hay que tener sangre fría y que el saber cómo comportarse ante las situaciones de tensión en las que se ven envueltos se aprende de aquellos del grupo que llevan más años en la UIP. «Más de una vez he tenido que coger a alguno del hombro para calmarle», bromeaba.

Pero la peor parte del trabajo no está en las intervenciones. «Las manifestaciones y los insultos se acaban antes o después. Lo más complicado es cuando un compañero cae», afirmaba Miguel, mientras recordaba un atentado de ETA en Miranda de Ebro en septiembre del 87 en el que perdieron la vida varios agentes.

Son vivencias trágicas, sobre las que Miguel aseguraba que son imborrables. Como cuando intervino tras los atentados del 11-M para ayudar a los supervivientes: «Eso nunca se olvida. Permanece ahí en un segundo plano, pero a mi me vienen esos escalofriantes recuerdos de dolor cada vez que escucho algo de este tema».

Poco antes de relatar su vida en esta familia, Miguel recogía el diploma de reconocimiento ante los numerosos representantes de la sociedad civil y de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado que acudieron al acto, en el que no faltó una ofrenda floral a aquellos que han perdido la vida en acto de servicio. Miguel es sin duda el protagonista de estas líneas, pero es solo un ejemplo de todos los nombres propios que cada día se enfundan ese uniforme azul para echarse a la calle y velar por la seguridad de los demás. Ellos son la UIP. Miguel decía ayer que este año le tocará jubilarse. Sin embargo, nunca dejará a sus dos familias. Seguro que seguirá con las botas puestas.

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